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Un mes de audiencias lleva el juicio por las 33 muertes ocurridas en la Unidad Penal 28, en octubre de 2005. La mayoría de los testigos que en ese momento estaban detenidos coincidieron en que la ayuda de los bomberos llegó tarde, cuando entre los mismos presos ya habían hecho hasta lo imposible para rescatar a los que habían quedado atrapados en el pabellón 16. Ahora comenzaron a declarar los bomberos. 

Era la primera vez que un incendio de esa magnitud ocurría en Magdalena, y no era cualquier lugar: en la cárcel. La sirena del cuartel sonó alrededor de la media noche, los bomberos voluntarios de Magdalena acudieron al llamado y salieron con todo lo que tenían. “En ese momento Magdalena estaba desprotegida”, dijo el jefe del cuerpo, activo en ese momento, ante los jueces.

La densa columna de humo negro se veía tras el muro de la Unidad 28, las autobombas lo atravesaron y llegaron al primer puesto. Un jefe de guardia recibió al encargado del cuerpo de bomberos que se había trasladado hasta el lugar en su propio auto.

– ¿Van a entrar?

–  Si me das protección para el personal, sí.

Uno de los camiones quedó en ese puesto. “Nos abrieron un portón azul e ingresamos por un pasillo, de un lado había individuos agarrados de las rejas gritándonos ‘¡los pibes!, ¡que se queman!’; al doblar a la derecha se veía el lugar de donde salía humo por la puerta y había un grupo muy grande de personas, que supusimos eran internos, muy alborotados, gritando”, declaró Rogelio Cordal, el jefe de los bomberos. Fue uno de los pocos bomberos con recuerdos nítidos de aquella noche, cuando se enfrentaron a un fuego que jamás en su vida habían visto.

Los Rodríguez

Uno de los defensores hace una petición para leerle al bombero Marcelo Rodríguez lo que declaró durante la investigación de lo sucedido en el incendio. Lee lo que dijo en 2005 sobre la presencia de un preso con una manguera. No recuerda. Lee que dijo que se abasteció el camión con una línea de agua. Tampoco lo recuerda. Su testimonio fue breve, su memoria escasa.

Fabián Alegre llega a la audiencia e informa a través de la secretaría del TOC 5 que está jubilado por incapacidad como bombero y como integrante del Servicio Penitenciario. Dice que tuvo un accidente de tránsito en 2013 y que no recuerda nada.

– ¿Recuerda haber prestado servicio en Magdalena como bombero en 2005?

– Sí

–  ¿Recuerda haber intervenido en el incendio del penal?

– Me enteré ahora que me llamaron a declarar, pero no recuerdo nada de la situación.

Manuel Tisera tenía 18 años y recién había pasado de aspirante a bombero. Fue uno de los que se quedó fuera del penal con un camión más pequeño por si necesitaban recargar agua. Recuerda que tuvo miedo “porque era uno de los primeros incendios y de esta magnitud”, pero casi nada más.

– ¿Recuerda cuando sus compañeros salieron del penal?

– Lo único que recuerdo es que me quedé en la puerta de la unidad y más que eso nada.

– ¿Cuánto tiempo permaneció ahí, aproximado?

– No me acuerdo.

– ¿Recuerda con qué móvil quedó?

– Sé que me quedé con otro bombero al costado, no sé quién era.

– ¿No le dieron tarea?

– No me acuerdo qué hicimos en ese momento.

Es el turno de Roberto Rodríguez, el último de los bomberos que declaró en la jornada. Rodríguez directamente no recuerda haber acudido a la unidad aunque su testimonio consta en la causa y comienzan las preguntas.

– ¿Recuerda algo del incendio?

– Lo que leí en los diarios.

– ¿Y que usted haya intervenido al día siguiente, o que lo hayan convocado a un incendio menor en la unidad?

– No, nada.

Reconoce su firma en el expediente pero no recuerda haber declarado nada en la comisaría de Magdalena en 2005. Le preguntan si tiene algún problema de memoria, si tiene algún inconveniente para declarar en la causa, si tiene miedo. A todo dice que no.

El testigo se retira y un defensor pide que quede a disposición del juzgado: lo acusa de falso testimonio. Las otras defensas adhieren. La fiscal en cambio pide investigar la posible falsificación de un documento público, ya que Rodríguez reconoció su firma pero aseguró que no había prestado declaración. Las querellas apoyan esta solicitud y piden que se remitan copias del testimonio y del audio a la fiscalía que investiga la intimidación a otros testigos que declararon previamente.

Mienten, están amenazados o sus recuerdos se extinguieron.