CATÁLOGO DEL MAM

Año 2009

La exclusión y la marginalidad son los ejes que recorren las muestras exhibidas este año en el Museo. La búsqueda de la identidad de las travestis, la lucha por la dignidad de las personas en situación de calle, el hacer frente al silencio y la indiferencia a su regreso de los ex combatientes de Malvinas, la superación de la tortura y la soledad de las mujeres privadas de la libertad… Todos buscan un lugar entre los otros.

La muestra que inauguró el año 2009 fue Malvinas. Retratos y paisajes de guerra, una serie fotográfica de Juan Travnik iniciada poco después de la guerra. Se trata de algo más de 65 retratos en blanco y negro de ex combatientes, que el autor tomó entre 1994 y 2008. Imágenes que fueron seleccionadas después de fotografiar a más de 250 veteranos en diversas ciudades de la Argentina. Los fondos centran toda la atención en el retratado, lo que permite desnaturalizar los colectivos de rigor (ex combatientes, veteranos) y restaurar la presencia física individual y particularizada de los ex soldados. Los retratos son austeros y directos y exploran las huellas dejadas en cada rostro por la experiencia extrema de la guerra.

Acompaña a los retratos una serie de paisajes de las islas que Travnik fotografió a mediados de 2007, cuando la serie estaba casi terminada. En esas imágenes, registradas veinticinco años después de la guerra, aparecen los escenarios que vieron los retratados: campos de batalla, refugios y restos de armamentos, de aviones y helicópteros destruidos.

“Para mí fue más doloroso el regreso al continente, entre el silencio y la indiferencia, que los sufrimientos que viví en las islas”, dice Travnik que oyó decir a muchos de los retratados; por eso el ensayo fotográfico empieza por confrontar al espectador abiertamente con los hombres que desde que combatieron sólo fueron mirados de soslayo.

Dice Graciela Speranza respecto de la muestra: “Las fotos renuncian a la explicación unívoca de los hechos, la autoridad del mensaje impuesto, e incluso a la voluntad del enunciado categórico, y se dedican, en cambio, como todo arte político genuino, a modificar lo visible, la forma de percibirlo y representarlo, buscando nuevos modos de construir la relación entre el espectáculo y la mirada, la proximidad y la distancia. Si la guerra parece avenirse con el gran formato -el fresco-, Travnik elige el primer plano y el retrato; si el registro documental ha sido escamoteado, borra los fondos y restituye sólo los cuerpos de los soldados. Con economía proverbial, el único enunciado claro de la muestra es que los retratados sobrevivieron a la violencia y a las secuelas más dramáticas del combate. (…) Como los buenos retratos, estas fotos dicen más de lo que muestran. A diferencia de otros relatos de Malvinas que cierran con respuestas categóricas los interrogantes que dejó el conflicto armado, la serie dice muy poco de sus retratados y provoca en cambio con preguntas para las que no ofrece respuestas”.

Luego de la muestra de Travnik, la fotografía continuó en las salas del MAM, esta vez bajo la lente de Helen Zout, en un trabajo de producción de la CPM llamado Invisible. Una muestra que expone la vulnerabilidad social de niños en situación de calle, y el caso de una mujer en prisión que fue juzgada sin tener en cuenta como atenuante su historia signada por la violencia de género.

El conjunto plantea una reflexión en torno a la condición de pobreza y exclusión. Una mirada crítica hacia la estigmatización del joven pobre y la homologación que los medios de comunicación hacen de pobreza y juventud con delincuencia e inseguridad. Un cuestionamiento hacia las omisiones y prejuicios de los distintos estamentos del Estado ante las mujeres víctimas de la violencia de género.

Mediando el año se presentó la Retrospectiva 1960-2005 de Sara Facio, un abordaje de la obra de la fotógrafa en un amplio recorrido que incluyó fotos de las series Bestiario, Escritores de América latina, De brujos y hechiceras, Funerales del presidente Perón, entre otras. Escribe Ernesto Domenech sobre la muestra: “Las fotografías, como la memoria, recortan. Encuadran. Seleccionan. Se comportan, de algún modo, como los testimonios. Y, como los testimonios, no sólo indican lo que ha sido visto en un instante. Hablan para quien quiera escucharlas o leerlas, del testigo y del fotógrafo. Estas fotografías entonces no sólo se inmiscuyen en lo que exhiben. Son narraciones, a su manera, de Sara Facio. Diálogos, tratos y auto retratos con los mundos en los que su mirada y su sensibilidad enorme se detuvieron. (…) Son poesía y documento. Metáfora e informe. Sara señala, opina, no impone. Son también rastros. Permiten, por su extraña sutileza, que las leamos. (…) Nos invitan a explorar, con una enorme gama de grises la historia de una América del sur, un país, una ciudad reina del Plata, sus confines y sus orillas. En fin ‘la tierra de uno’- (…) Cronopio elegante, Sara testimonia y se confiesa lúdica y lúcida, amable e impertinente. Mata la nada con sus fotografías. Con belleza testimonial, remeda a Pablo Neruda. Nos confiesa que vive y que ha vivido”.

También en 2009 se presentó en el Museo una muestra colectiva con obras de León Ferrari, Felipe Noé, Adolfo Nigro, Juan Carlos Romero, Ana Maldonado, Diana Dowek y Ricardo Longhini, artistas destacados que trabajan de manera grupal con el objetivo de intervenir social y políticamente desde la plástica. Se trata del grupo Artistas plásticos solidarios, nombre que también tomó la muestra, que desde hace varios años une las fuerzas y talentos de sus miembros para llevar el arte a los lugares donde se denuncian injusticias y se lucha por la dignidad.

Las obras son individuales y diversas con herramientas específicas y visión propia, pero comparten la convicción de que el arte debe ser llevado a la calle y la calle al arte. Dicen ellos mismos: “Somos un grupo de artistas que comenzó a reunirse hace varios años, decididos a comprometerse con la lucha por los derechos humanos y la dignidad de las personas. Nos solidarizamos con las luchas que se proponen terminar con el hambre, la desocupación y la exclusión. Apoyamos a los pueblos que luchan por su liberación”.

Proyecciones sobre tela de transferencia fotográfica de obras en pintura acrílica, collages, obras de técnica mixta e impresiones digitales conviven en una exposición colectiva que sacude el polvo de la inercia, que explicita que el arte visual es un lenguaje universal e inherente a la condición humana, que sale a la calle para nutrirse del diario vivir y, en suma, para atestiguar al hombre y sus contingencias.

En el Museo, Adriana Lestido ya había expuesto en 2005 sus mujeres en cárceles. Había sido una muestra muy impresionante por la presencia y la violencia de la imagen tan bien expresada en audaces composiciones, en contrastes blanco-negro muy sugestivos y las miradas inolvidables para quien contempla estas fotos de mujeres en situación de encierro.

En esta muestra de 2009 continúa con la cuestión de género; esta vez el tema es Madres e hijas y el amor. La muestra tomó todo el Museo y se percibió como un gran homenaje al amor, al nacimiento y a la vida.

Guillermo Saccomanno escribió para esta muestra de Adriana en el Museo: “Para Adriana Lestido el verdadero creador es aquel que cumple con el borramiento del yo en su propia obra. Importan sus personajes, sus climas, sus visiones. No la autoría. La suya es una obra narrativa imprescindible para comprender no sólo a las víctimas de la injusticia sino también las relaciones no siempre visibles entre lo íntimo y lo social. En opinión de John Berger, las fotos de Lestido, además de estar atravesadas por la separación, están llenas de narrativa y son tan íntimas que ‘las palabras son innecesarias y una tercera voz sería obscena’. Tan intuitiva como callada, Lestido no suele hablar mucho de su obra. Sin narcisismo, sin vanidad, el dolor es la materia con la que trabaja. Pero no el propio -o al menos no sólo el dolor propio, tan de moda en estas épocas de exhibicionismo- sino el de los otros”.

Dice Marta Dillon sobre la muestra: “Adriana fotografía como si al obturar permitiera un tatuaje fugaz sobre la superficie de su alma: un sentimiento. Develado, el sentimiento es luz y sombra, el juego que anima la existencia. No es fácil exponerse así, hay que atreverse. Andar en carne viva, disponible. Dejar que la vida imprima su huella sin piedad por el sentido de conciencia. Así es como mira Adriana y así es posible ver a través de sus fotos. Más allá de la anécdota (…) una mujer presa frente a lo que será su comida, sí, pero también la evocación del hambre sin más. Una madre que se deja consolar por su hijita; la soledad frente a la inmensidad de las propias decisiones. Cada quien verá el espejo del amor, de lo inconsolable, la maravilla de estar en el mundo o su desgarro. Pero siempre habrá un juego de espejos si es posible animarse a exponer el alma para que la emoción se imprima. Todo lo demás huelga.”

La exposición fotográfica que siguió fue Diana, de Marcos Adandía. Las fotografías muestran algunos momentos de la vida de una chica travesti que fue expulsada de su casa a los 14 años, vivió de la prostitución en la calle y a los 23 años murió de sida en el Hospital Muñiz.

Escribe el propio artista sobre esta muestra: “Conocí a Diana e inmediatamente ambos supimos, aun desconociendo las verdaderas razones, que caminaríamos un tiempo juntos”. Marcos encontró en Diana un espejo; creó una situación de hermandad con ella: “Yo encontré ahí lo que buscaba y Diana encontró en mí algo que necesitaba, alguna suerte de compañía, de afecto, de cariño para ese último tramo de vida dolorosa”. Marcos la acompañó en la última etapa de su enfermedad, buscando de alguna manera captar la imagen del alma de Diana. Dice: “Cuánto hay de denuncia en mi trabajo no lo sé. Siempre he pensado que cualquiera sea la enfermedad que te toque, lo que la puede transformar en horror es la pobreza y la marginación. Sí sé que guardo a Diana en mi corazón, que a la hora de elegir qué contaría de todo lo visto, elegí quedarme con alguna clase de dignidad que nada ni nadie había podido arrebatarle ni aun en situaciones indecibles y que atesoraba en un lugar seguro, como lo hacen los guerreros y las guerreras. Eligió y pagó cara su elección. No hubo abrazo para su soledad. Amó hasta el final a su madre y no la tuvo. Hubo un padre policía y golpeador que en su insania pensó que la solución de algo estaría arrojando a su hijo de catorce años a la calle. Entonces un día se marchó de un mundo que al parecer no había sido invitada; ese día nadie reclamó su cuerpo”.

Fiel a la idea de ser un espacio de reflexión sobre el autoritarismo en Argentina y América Latina, el Museo presentó también en 2009 Héroes y tumbas, una muestra gráfica del investigador colombiano Federico González que denuncia la impunidad de una metodología represiva adoptada por el Estado colombiano que entiende de planificación, complicidades y encubrimientos. La exhibición nos sumerge en la figura del “falso positivo”, expresión con la que se conoce a civiles inocentes -mayoritariamente campesinos y personas en condición de pobreza-, secuestrados y asesinados para hacerlos pasar como guerrilleros muertos en combate dentro del marco del conflicto armado que vive el país. Es la descripción de una Colombia militarizada, paramilitarizada, narcomilitarizada y desangrada, donde los derechos humanos son violados.

El año 2009 se cerró con una producción cerámica de Marta Pardo De sentires y pesares que se abre a la experimentación con el material y el color. Incluye textos y se convierte en narrativa que habla de la muerte, la ausencia y el padecimiento. Cuerpos partidos, dolidos, encogidos, cuerpos repletos, volátiles se manifiestan como forma de resistencia.