Mecanismo Local de Prevención de la Tortura de la
Provincia de Buenos Aires (Ley Nacional 26.827)

Esta semana, en el complejo turístico de Chapadmalal, comenzó el XVIII encuentro de Jóvenes y Memoria, el programa para escuelas y organizaciones territoriales que la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) realiza desde hace 18 años. Como sucede cada año, este encuentro renueva, desde los intereses y deseos de las nuevas generaciones, la agenda política de la democracia. Y renueva también la voluntad de miles y miles de jóvenes que se niegan a vivir en un sistema profundamente desigual e injusto. Merenderos, despidos y organización popular para resistir a la crisis económica, algunos de los temas de investigación.

Una bandera grande, colgada desde los balcones del hotel 4 del complejo turístico de Chapadmalal, les da la bienvenida; en estos primeros días, unos 1.500 jóvenes llegaron desde Lomas de Zamora, Hurligham, Benito Juárez, Olavarría, Balcarce, Carlos Tejedor, Ezeiza, Dorrego, Monte Hermoso, Avellaneda, Merlo, San Martín, La Matanza, Ramallo y San Nicolás.

Son los primeros: durante 42 días, hasta el 10 de diciembre, 13 mil pasarán por el XVIII encuentro de cierre de Jóvenes y Memoria. Desde hace 18 años, el programa de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) convoca masivamente a las nuevas generaciones.

“Jóvenes y memoria es una escuela de aprendizaje democrático y político, nos permitimos hablar de los sueños, del compromiso con la sociedad, con los que sufren, construimos ese nosotres que incluye frente a un sistema desigual. Somos los que no nos resignamos al orden establecido y creemos que el futuro lo construimos. Nos quisieron hacer creer que la historia se había terminado, pero las nuevas generaciones nos demuestran acá que siguen empujando la historia”, señaló la directora general de la CPM, Sandra Raggio, durante la apertura del encuentro ante un auditorio colmado.

El grupo Envión de William Morris también fue parte de la apertura; su trabajo de investigación sobre identidad barrial y discriminación se proyectó en la sala. La presentación simulaba ser un noticiero, las escenas eran una reconstrucción de lo que sufren los vecinos y vecinas del barrio de Hurligham: la arbitrariedad y violencia policial contra jóvenes y contra vendedores ambulantes. En el último tiempo, a la par que crecía la desocupación y la pobreza, también se intensificó la persecución policial y municipal contra las personas que salieron a la calle a vender como una posibilidad, a veces la única, para sobrevivir a la grave situación económica.

“Es la tercera vez que venimos, nos gusta participar de este espacio y también nos costó mucho hacerlo”, dijo una de las pibas del Envión. Las escuelas y organizaciones sociales, culturales y políticas que participan de Jóvenes y memoria trabajan durante todo un año en el proyecto de investigación; lo hacen en horas extracurriculares, los sábados o domingos.

“Este programa tuvo éxito por el protagonismo de ustedes, jóvenes y educadores, que están pensando el presente y nos aportan desde sus trabajos nuevas formas e ideas para las luchas que tenemos que dar. Estos 4 años fueron difíciles para las políticas en derechos humanos; sin embargo, pese a estos gobiernos, seguimos juntes, trabajando para transformar esta sociedad. Esto sólo se puede hacer por el trabajo de ustedes”, resumió el secretario de la CPM, Roberto Cipriano García.

En estos 18 años, desde el rol protagónico de las nuevas generaciones, Jóvenes y memoria fue creciendo y consolidándose como una política pública en educación y derechos humanos. En este tiempo, muchos municipios han colaborado con el transporte para las escuelas y organizaciones territoriales que viajan a Chapadmalal y, desde hace algunos años, también la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia pone micros a disposición para quienes participan del encuentro de cierre.

La organización frente a la crisis

“En Campo Tongui, los merenderos se cuadruplicaron en los últimos años. La mayoría tiene sólo merienda y, a veces, cuando pueden juntar algo de plata, algunos almuerzos también”, dicen Enrique y Victoria del espacio Patios Abiertos que funciona en la EEM 25 de Villa Centenario, Lomas de Zamora. “Nos interesa decir lo que pasa en el barrio porque no hay nadie que lo cuente en los medios”, agrega.  El proyecto Merenderos en el barrio no sólo es una denuncia de la crisis económica sino también un reconocimiento a esas personas que ponen el cuerpo y se organizan para construir respuestas comunitarias ante la pobreza y el hambre. “Los que antes estaban más o menos bien, ahora no les alcanza la plata y recurren a los merenderos. En el barrio, muchos chicos que antes no iban ahora van, incluso van los padres o los mismos chicos, por vergüenza de los padres, llevan un tupper para juntar un poco de comida y poder cenar juntos en familia como antes lo hacían”, describe Enrique.

El barrio Campo Tongui nació el 17 de noviembre de 2008 con una gran toma de tierra: son más de 100 hectáreas de campo ubicadas en Lomas de Zamora, a pocas cuadras del puente La Noria. Pocos días después de ocupar esas tierras, las fuerzas de seguridad intentaron desalojarlos y arrasaron con lo poco que habían levantado, pero los vecinos y vecinas resistieron en el lugar y siguieron construyendo. Adelante pudieron construir varias casitas, pero el barrio fue creciendo hacia atrás y en el fondo todavía hay muchas casas precarias, familias muy pobres sin trabajo. “Los servicios tampoco son buenos, las cloacas se están haciendo desde mucho tiempo, pero no se terminan”, cuenta Enrique. Y vuelve al tema de investigación, los merenderos como forma de organización y resistencia comunitaria: “Subsisten con lo que tienen, a veces cuando joden un poquito en la municipalidad consiguen algo de plata, también con colaboraciones de vecinos cuando pueden o hacen algunas actividades para recaudar dinero. Cuando consiguen algo, pueden abrir algún almuerzo, pero es difícil”.

En el último tiempo, cada vez más son los proyectos de investigación sobre vulneraciones de derechos en el presente, y este año en particular muchas escuelas y organizaciones territoriales investigaron sobre las consecuencias de la crisis económica.

“Cuando empezamos Jóvenes y memoria en el 2002, fue un año difícil, veníamos de una crisis, pensábamos en ese entonces que el neoliberalismo, que cree que la democracia es la libertad del mercado, había sido superado. Sin embargo, el neoliberalismo se impuso estos años, y mostró la cara más difícil de la democracia, una democracia que no garantiza derechos. Si no hay demanda, no hay derechos y acá estamos haciendo historia otra vez”, recordó la directora general de la CPM, Sandra Raggio.

En el barrio William Morris de Hurlingham, en el garaje de una casa, un grupo de personas, en su mayoría docentes secundarios, decidió abrir hace algunos años la Usina cultural sur, un espacio cultural y merendero. El espacio es chico pero se la rebuscan para albergar a veces hasta 20 pibes y pibas del barrio. Y ahora tienen la ilusión de armar una biblioteca con libros para alfabetizar, un trabajo que ya vienen haciendo.

La historia de la usina fue contada en Chapadmalal por estudiantes de la EEM 22 de Villa Tesei durante el primer día de presentaciones. “En 2017 nos acercamos al lugar con la donación de varios litros de leche larga vida y terminamos siendo parte de la familia de la usina”, dice Milena. Y agrega: “Sobrevive de las donaciones y ventas de comida o mercado de pulgas que realizan para autofinanciarse y que la usina siga de pie”.

Aunque por la situación económica el espacio funciona principalmente como merendero, Angela cuenta que mantiene la lógica de trabajo de un centro cultural: “Es un espacio de contención, afecto y aprendizaje. Tenemos juegos y talleres, muchos aprenden a leer y escribir en la usina: es un poco el colegio instalado ahí”.

La crisis económica de los últimos años se sintió con mucha más crudeza en el conurbano bonaerense: la emergencia de tantos merenderos es la prueba testimonial más terrible de esa acuciante realidad. Pero no sólo en el conurbano se sintió la crisis: a lo largo y ancho de la provincia, durante el último tiempo cerraron fábricas y comercios.

“Qué difícil se hace / para las familias / cuando hay un gobierno / de corte neoliberal”, dice la letra de la murga que presentaron les jóvenes del colegio Pumará de Benito Juárez. En pocos meses, unos 400 puestos de trabajo se perdieron en el partido de Benito Juárez con el cierre de la fábrica textil multinacional VF, ex Charrúa, y la reconversión de la planta de Loma Negra en Barker. En un pueblo que tiene 20 mil habitantes, esos despidos causaron una gran conmoción, con marchas masivas en las calles de la ciudad cabecera.

La multinacional VF es una marca líder a nivel mundial, provee a marcas como Wrangler, Lee, Vitamina o Tucci. A principio de año decidió retirarse del país y volcar su producción en otras plantas. “La letra de la murga explica toda esta situación. En economía sin consumo interno, la empresa dejó de tener rentabilidad y decidió cerrar sus puertas”, cuenta Jeremías.

“Trabajo precario / laburo flexible / más incertidumbre / un sistema desigual”.

En el primer semestre del año, la cementera Loma Negra también anunció el cierre de la fábrica en Barker; sin embargo, por la lucha de los trabajadores, se llegó a una instancia de conciliación para que la empresa siga funcionando con un poco más de 100 operarios. “Los que quedan trabajando lo hacen en situaciones más precarias, con salarios más bajos, trabajos por turnos y suspensiones rotativas, o contratados sin estabilidad”, detallan Agostina y Juana que para el proyecto de investigación se entrevistaron con algunos de esos trabajadores.

En 2001, Loma Negra de Barker había pasado por una situación similar; en ese momento, muchas familias se vieron en la obligación de migrar para buscar trabajo. Hoy el pueblo está nuevamente con el temor de que ocurra lo mismo. “La situación no está sólo para mirarse a uno mismo, sino también pensar en el otro”, cierran les jóvenes del Pumará.

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