comisión provincial por la memoria

21 de septiembre

PRIMER SILUETAZO

El Siluetazo es una de las prácticas estético-políticas desde las cuales se intentó generar actos de resistencia frente a la violencia del Terrorismo de Estado. Surgió como iniciativa de tres artistas visuales: Rodolfo Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kexel quienes acercaron la propuesta a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y otros organismos de derechos humanos y se llevó adelante como acción política el 21 de septiembre de 1983, en el marco de la III Marcha de la Resistencia. 

La idea fue tomada de un trabajo previo del artista polaco Jerzy Skapski, el que, a fines de los años 1970, realizó una obra que fue reproducida en El correo de la Unesco en la que se podía observar 24 filas de pequeñas siluetas de mujeres, de hombres y de niños, acompañadas del texto “Cada día en Auschwitz morían 2370 personas, el número de figuras aquí reproducidas. El campo de Auschwitz funcionó durante 1688 días, el número impreso en este afiche. Se estima que el número de muertos en Auschwitz alcanzó los 4 millones”. 

En este sentido, los organizadores del siluetazo improvisaron un taller al aire libre en Plaza de Mayo. Usando plantillas, comenzaron a delinear -junto a cientos de manifestantes-, siluetas humanas sobre papeles, que luego se pegaban sobre las paredes de los edificios, carteleras, rejas, árboles, donde fuera. 

Fue una forma de representar la incertidumbre, de dar visibilidad a la ausencia de cientos de personas desaparecidas y negadas por el Estado. Ante la impotencia que producía la impunidad y el silencio, el arte resultó una trinchera. 

El fotógrafo Eduardo Gil, quien es autor de muchos de los retratos de ese día, dirá: “El “siluetazo” fue, en este sentido, una acción estético-política que logró simbolizar la desaparición y articular de manera emblemática el arte con una demanda social colectiva: la aparición con vida de miles de desaparecidos durante la última dictadura militar”

La movilización popular iba cobrando mayor relevancia pública. Las Marchas de la resistencia eran un hecho que, poco a poco, lograba acercar a más vecinxs y organizaciones a tomar las calles, a perder el miedo. De a poco, se iba rompiendo el silencio y el pueblo recuperaba la voz. Los lazos de solidaridad y las redes de contención se iban fortaleciendo y cobrando trascendencia pública. 

Ya quedaba poco tiempo para la caída del régimen. 

Lo interesante también es que esta metodología quedaría plasmada a fuego en la lucha popular y se reinventaría a lo largo del tiempo a través de diversas luchas, ya no sólo vinculada a los desaparecidos y desaparecidas de la última dictadura militar, sino también a otras problemáticas sociales como por ejemplo el gatillo fácil, entre otras.