CATÁLOGO DEL MAM

Año 2003

Desenmascarar aquello que la sociedad todavía prefería ocultar fue el eje conductor de las primeras muestras del Museo. Las prácticas de desaparición forzosa, el exilio obligado, la complicidad de la Iglesia. El autoritarismo y la intolerancia. La denuncia y el reclamo de verdad y justicia.

La muestra inaugural del Museo de Arte y Memoria fue Conjuros contra el olvido, una exhibición que convocaba a artistas de diferentes edades y experiencias de vida -Carlos Alonso, León Ferrari, Rosana Fuertes, Daniel Ontiveros, Claudia Contreras, Marcelo Brodsky, Edgardo Vigo y Hugo Soubielle- en el tránsito que condujo desde el imperio del terrorismo de Estado a la recuperación de la democracia. En cada uno de ellos, la experiencia de la dictadura había dejado su huella y con sus obras proponían un acto de memoria que funcionara no como recuerdo sino como parte constitutiva del presente.

Poco después, en marzo de 2003, se realizó una muestra colectiva de carácter fundante para el futuro de la institución. La misma proponía una singular mirada sobre la experiencia del autoritarismo, la violencia, el terrorismo de Estado y su contracara: la resistencia de los pueblos y las luchas por construir una sociedad democrática. Varios de los artistas participantes de esta muestra -Luis Felipe Noé, Juan Carlos Romero, Adolfo Nigro, Ricardo Carpani, Miguel Alzugaray y Diana Dowek-, junto a Carlos Alonso y León Ferrari, donaron al MAM obras de su autoría, que inauguraron un acervo patrimonial que se iría incrementando en los años posteriores con la donación de otros artistas plásticos de nuestro país.

Desde el comienzo, uno de los objetivos principales del Museo fue la integración de las artes visuales en general y la promoción de una fuerte articulación del pasado y presente incorporando espacios de debate, extensión e investigación.

En 2003 comenzó a desarrollarse un trabajo con las nuevas generaciones, canalizado por medio de visitas guiadas a escuelas secundarias y anclado en la serie Manos Anónimas de Carlos Alonso, un conjunto de obras que mostraba un recorrido por imágenes relativas a las trágicas acciones del terrorismo de Estado en el país.

La serie expresa una doble vía: por un lado revela la historia de uno de los episodios más tristes de la vida personal del artista, la desaparición de su hija Paloma en 1977; al mismo tiempo, trasciende y señala, por la intensidad del relato que exponen las imágenes, la dimensión colectiva de muchas otras historias atravesadas por la misma violencia y dolor.

Manos anónimas es una obra inaugural y necesaria que permitió dar a conocer las prácticas del terrorismo de Estado. Hizo posible comenzar a relatar su metodología, qué significaba la desaparición de personas, cómo funcionaba la apropiación de niños, los secuestros, la tortura y, al mismo tiempo, mostrar los rostros de los responsables del genocidio.

Carlos Alonso no solamente construye un particular estilo en los modos de representación de la violencia dentro del arte argentino sino que abre el juego a las  preguntas en torno a la tragedia: por qué y cómo fue posible.

En 1998 comenzaron los Juicios por la Verdad, un espacio donde mostrar y demostrar la violación a los derechos humanos, con testigos y pruebas documentales que pudieran ir abriendo el camino para los juicios de lesa humanidad cuando las leyes de obediencia debida y punto final fueran anuladas. Esto finalmente sucedió el 2 de septiembre de 2003, cuando el Poder Ejecutivo promulgó la Ley 25.779, votada por unanimidad en el Congreso.

El MAM acompañó este proceso mostrando fotos que exhibían las marchas de los organismos de derechos humanos y el reclamo por los desaparecidos, los niños apropiados y la anulación de las leyes que habían impedido hasta el momento que los responsables de delitos de lesa humanidad fueran juzgados. En este contexto la CPM editó una colección de afiches denominada Tiempo de justicia.

A la muestra de Carlos Alonso, le siguieron las fotos de Marcelo Brodsky y Fernando Gutiérrez. En su ensayo Buena memoria, Brodsky traza mediante fotos, videos y textos la trayectoria de vida de un grupo de compañeros del Colegio Nacional Buenos Aires, signado por las desapariciones y la violencia del terrorismo de Estado. Una muestra que osciló entre la historia colectiva en torno a una generación y la historia personal del autor donde describe su universo familiar, el recuerdo de su hermano desaparecido y el Río de La Plata como testigo del tiempo y de lo ocurrido en dictadura.

Dice Horacio González a propósito de la muestra: ”En la foto del grupo de alumnos del Nacional Buenos Aires en torno al cual giraba su ensayo fotográfico Buena Memoria hay pequeños circulitos y flechitas que conducen a breves apuntes sobre el destino de cada uno. Estas pequeñas intervenciones de trazo rápido y comentario escueto adquieren gran contundencia y dramatismo. Esas caras que Brodsky reproduce, confrontadas a las caras de hoy o a sus ausencias, no sólo hablan del paso del tiempo por cada una de ellas. Allí el tiempo que pasó no es individual, es una época, la identidad de una generación cuyo rostro se parece en mucho a la nuestra.”

Las muestras fotográficas comenzaron a tener cada vez más presencia en el Museo. A las fotos de Brodsky, les siguió el ensayo fotográfico Treinta mil de Fernando Gutiérrez, uno de los primeros fotógrafos en mostrar poéticamente -desde la sugerencia y la metáfora- los crímenes de la dictadura. Su obra abordó de manera contundente la gran ausencia de las víctimas, el accionar de los grupos de tareas, los emblemáticos Falcon, los vuelos de la muerte y las tumbas inexistentes.

Algunos de los textos que acompañaron a las fotografías eran citas escalofriantes de los dictadores: “Primero mataremos a todos los subversivos, luego a sus colaboradores, luego a sus simpatizantes, luego a quienes permanezcan indiferentes, y por último mataremos a los indecisos” (declaración del Gral. Ibérico Saint Jean, gobernador de la provincia de Buenos Aires, 1977).