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En la última etapa de producción de prueba testimonial declaró uno de los 17 penitenciarios imputados por la muerte de 33 personas durante el incendio de la Unidad Penal 28 conocido como la Masacre de Magdalena. Se trata de Reimundo Héctor Fernández que en octubre de 2005, cuando ocurrieron los hechos, se desempeñaba como secretario de esa unidad. Fernández está entre los 15 acusados de abandono de persona seguido de muerte, y enfrenta una expectativa de pena de entre 5 y 15 años de reclusión o prisión. Es el segundo imputado que da su versión de los hechos frente al tribunal, la única en hacerlo hasta el momento era María del Rosario Roma, en ese momento jefa de la guardia exterior.

Según el acusado, pasadas las 23 hs, cuando se encontraba charlando en una oficina con Roma les avisaron que había un incidente en el penal. Salieron hacia el módulo 16 donde se encontraron con otros agentes, unos 8 en total, entre ellos Jorge Luis Marti, otro de los imputados que era el encargado de turno. En el pabellón había una pelea. Fernández dijo que frente al conflicto dieron la voz de alto, realizaron disparos intimidatorios e ingresaron. Al hacerlo se dividieron en dos grupos, uno por el sector de camas, que iba sacando detenidos a medida que los agentes avanzaban, y otro, entre los que estaba Fernández, ingresó por el sector del comedor para reducir el conflicto.

Fernández dijo que en ese momento vio a un interno encender un colchón de goma espuma que se prendió rápidamente propagando un humo negro y denso. Agregó que se hacía difícil respirar y por eso decidieron replegarse, supuestamente instando a los internos que quedaban dentro a salir detrás de ellos. “Nosotros fuimos a parar una pelea no a apagar un incendio, lo que nos supero fue el incendio”, se excusó.

El penitenciario calcula que fue el último en salir y que las puertas estaban abiertas. Fernández explicó que al replegarse van caminando de espaldas hacia la salida, aseguró que no se cruzó con ningún obstáculo y que la puerta estaba abierta, pero no vio a nadie más salir después de él. No supo explicar por qué, si el humo era asfixiante y la salida estaba abierta, los detenidos no salieron tras ellos.

También declaró que el personal trató de “hacer lo posible” para salvaguardar “la seguridad de todos” pero no pudo describir con exactitud qué maniobras realizaron para sacar a las personas que quedaban dentro del pabellón que se incendiaba. Tampoco recordó quién o quiénes habían quedado a cargo de la puerta y las llaves del pabellón durante el operativo para separar la pelea, aunque él fue quien lo coordinó y dio la orden de ingresar.

Las declaraciones sorpresivas y de último momento de los imputados se inscriben en una estrategia de la defensa para contrarrestar la contundencia de los relatos de otros testigos de la masacre, como la gran cantidad de personas detenidas que dieron cuenta de la responsabilidad de los agentes en los hechos.