
“No amo la libertad en abstracto, a veces inclusive hay que sacrificar la de uno y la de los demás, desgraciadamente, por un bien social mayor”.
Haroldo Conti viaja por primera vez a Cuba invitado como jurado del concurso anual de Casa de las Américas. Ese viaje y la experiencia revolucionaria será determinante en su militancia política, que se manifestó en su incorporación al frente cultural del Partido Revolucionario de los Trabajadores y en el Frente Antiimperialista por el socialismo.
“Cuba es una especie de colina de América desde donde se divisa todo el continente. Desde La Habana tomé conciencia de América Latina”.
El viaje a Cuba, su compromiso político con la revolución, también impactará significativa en su literatura:
“[Cuba] fue mi primer contacto a flor de piel con América. Y eso me bastó para hacer una cosa distinta, una novela jubilosa, Mascaró, abierta, donde por primera vez los personajes no mueren. Decidí hacer una literatura con un sentido más americano, cosa que, en ese momento, estaba muy lejos de mí”.
A raíz del compromiso político y cultural que asumió en esa época, en 1972 Haroldo Conti rechazó la beca Guggenheim:
“(…) deseo dejar en claro que mis convicciones ideológicas me impiden postularme para un beneficio que, con o sin intención expresa, resulta cuanto más no sea por fatalidad del sistema, una de las formas más sutiles de penetración cultural del imperialismo norteamericano en América Latina”.
