CATÁLOGO DEL MAM

Año 2007

Imágenes que profundizan, develan y cuestionan. Desde los atroces rostros de represores hasta los desgarradores retratos de las víctimas de la guerra de Malvinas y la desaparición. Las muestras fueron exponiendo historias colectivas pero también personales, la de las infancias en el exilio, la de la familia Oesterheld, la de la cotidianeidad de los presos en la cárcel.

La primera muestra del año 2007 fue Rostros, fotos ‘sacadas’ de la ESMA, de Víctor Basterra, compuesta por fotos emblemáticas por su origen. El conjunto es uno de los pocos testimonios en imagen que han quedado de los centros clandestinos de detención de la dictadura. Basterra trabajó allí, sirviendo a los represores; estuvo detenido en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) hasta el fin de la dictadura, tomándoles fotos que luego estarían en documentos falsos (carnets, pasaportes, etc.). Con mucha valentía, guardó copias de esas fotos y las sacó del centro clandestino. Esas fotografías, junto a los nombres falsos y sosías con los que Basterra conocía a los represores, fueron mostradas en el Museo al lado de 12 retratos de personas desaparecidas impresas a partir de negativos que Basterra encontró casualmente en la ESMA.

A continuación, se presentó en el MAM la muestra Cruces, idas y vueltas de Malvinas, de María Laura Guembe y Federico Lorenz. Para la Comisión por la Memoria, Malvinas siempre fue un tema por esclarecer y reelaborar, una causa pendiente con la historia y las víctimas directas de esa guerra. El libro que dio nombre a la muestra y que sus autores acercaron al Museo viabilizó una forma de abordar los acontecimientos de un modo testimonial. A partir de una selección y ampliación de los documentos presentes en el libro (fotos inéditas sacadas por los mismos soldados durante la guerra, junto a otras capturadas por los británicos, cartas y testimonios), se elaboró una muestra que puso en superficie que lo que aconteció fue una guerra, con trincheras, aviones, barcos hundidos, soldados muertos, prisioneros y un centenar de víctimas que sobrevivieron a la tragedia.

Avanzado el año 2007, se exhibió en el Museo Desexiliando historietas, una muestra producida con documentos fotográficos, cartas de exiliados y relatos de los protagonistas del grupo Los hijos del exilio, nombre que utilizan para nombrarse un grupo de hijos de personas exiliadas por razones políticas en los años 70, quienes se encuentran en una carta colectiva en la que se cuentan como protagonistas de una historia que a veces los hace sentir inseguros e inestables en su identidad.

La muestra que siguió fue Heridas de Alfredo Srur, un ensayo fotográfico de extraordinaria calidad estética que aborda las problemáticas vinculadas a la villa como hábitat, los pibes chorros, su contacto con las armas y su particular valoración de la vida. Las fotos exhiben la vida de un grupo de amigos del Frente Vital, un chico que mató la policía, un caso de gatillo fácil. Se trata de un acercamiento categórico a la exclusión, a la relatividad de los valores éticos según como sea la realidad que le toque vivir a cada niño, a cada madre, a los amigos de las víctimas del gatillo fácil.

Escribe Osvaldo Bayer sobre esta muestra: “La villa. Los mismos sentimientos que la ciudad, pero con sombras, dolores, el intenso dolor de lo injusto. La violencia de arriba con la violencia de abajo. Al Frente Vital lo mató la policía por villero. Por villero de mierda. Y se acabó. Las fotos de la realidad. Sombras. Frío. Desde niños, sombra y frío. El padre, o no, en el suelo. El suelo, la basura, la constante humillación. Del amanecer y el atardecer. Y la noche sin amparo. Las autodefensas del miedo y de la rabia. La sociedad enemiga de los villeros. El racismo de la condición”.

Acompañando a Heridas, el Museo exhibió Prisión Vantaa, también de Alfredo Srur. Este conjunto de fotos fueron registradas por el fotógrafo en 2006, en una prisión de Finlandia, la Prisión Vantaa de Helsinki, pensada para que los presos tuvieran una buena reinserción social al salir en libertad. Srur registró con su cámara toda la cárcel, sus lugares de trabajo, esparcimiento, muebles, patios. Todo construido con mucho confort, pero con el inevitable sentimiento de ahogo, similar al que se percibe en cualquier otra prisión.

Cristina Feijoo se refiere a la muestra de esta manera: “No estuve en la cárcel de Vantaa, pero habité seis cárceles argentinas y sé que cuanto más inhumana y degradante es una cárcel, más intensa es la lucha del preso por sobrevivir. En las cárceles los sentidos, la energía y la inteligencia, la capacidad de observar, saber, decidir y actuar están orientados a obtener lo que el cuerpo necesita. No hay más meta que seguir con vida, con el menor costo. (…) Tubo, buzón, celda de castigo, piso helado, frío hambre, soledad, silencio. Oscuridad y una cabeza que se va de viaje. Ni día ni noche, tiempo marcado en otras marcas en la pared. Cuáles mis marcas, cuántos días rayados a cuchara. Hambre, ganas de mear, ¡celadora! A lo lejos, pisos más abajo rejas que se cierran, candados, ruedas de carros de comida. Cerca, nada. En tus muros con mi acero yo grabé nombres que quiero. Mear en el jarro de la sopa. Tratar de recordar qué día, cuándo”.

Posteriormente, se presentó en el MAM Memoria y olvido de la guerra civil española, fotografías intervenidas de Eduardo Arreseygor que intentan recrear el conocido bombardeo de la ciudad vasca de Gernika, junto a otros episodios de la guerra menos conocidos en nuestro país: la destrucción de pueblo de Belchite por las tropas franquistas -hoy en día un pueblo fantasma- y la vida en el fuerte prisión de San Cristóbal. Esta muestra nos acerca a los orígenes españoles, europeos, a esa guerra que dejó tantas víctimas y heridas que en vano cada gobierno español trata de acallar. Esta guerra provocó el exilio de muchas víctimas y protagonistas hacia Latinoamérica que, a su vez, fueron abriendo caminos en la militancia política en los nuevos países, tratando de hacer florecer aquellos ideales republicanos nacidos y tempranamente frustrados en España.

Este mismo año, al cumplirse 30 años de la desaparición de Héctor Germán Oesterheld y 50 de la primera publicación de El Eternauta, la Comisión Provincial por la Memoria produjo una muestra homenaje como una deuda al gran creador de la historieta argentina y a toda su familia, víctima de la dictadura. Participaron de ella importantes escritores y artistas plásticos: Juan Sasturain, Sebastián Díaz Morales, Alfredo Srur, Gian Paolo Minelli, Guillermo Saccomano, Tomás Sarraceno, Mauro Koliva, Alberto Heredia y Norberto Gómez, entre otros. Algunos de ellos habían tenido una participación en las publicaciones de las historietas como dibujantes o editores y otros adhirieron a la propuesta de traer a Héctor al presente. De ahí que la muestra se llamó La aventura continúa.

La edición se hizo con el aporte de sus nietos, Martín y Fernando, quienes acercaron material entrañable de la familia, como diferentes ediciones de historietas, figuritas o libros. A estos materiales se agregaron fotos familiares, originales de guiones e historietas, esculturas y videos, elegidos y realizados en base a sus propios guiones y principales personajes. La muestra fue también un recorrido por la militancia política de Oesterheld y las circunstancias de la desaparición en manos de la última dictadura militar.

Recordamos que Héctor Oesterheld nació en el año 1919 y estudió y se graduó en la carrera de geología. A partir de 1950, comenzó a escribir guiones de historietas y relatos de aventuras. Publicó en las revistas Misterix, Hora Cero y Frontera, entre otras. Sus personajes más conocidos son Sargento Kirk, Bull Rocket, Ernie Pike, Sherlock Time y Mort Cinder. Pero fue sin dudas El Eternauta la creación que le ha dado un lugar entre los maestros de la historieta, y le permitió superar ampliamente el género. A principios de la década del setenta se incorporó, junto a sus hijas, a la organización Montoneros, de la que fue jefe de prensa; más adelante pasó a la clandestinidad hasta que fue secuestrado y desaparecido el 27 de abril de 1977. Estuvo detenido en Campo de Mayo y en una cárcel clandestina de La Tablada. Se cree que fue asesinado en Mercedes. Sus cuatro hijas también están desaparecidas.

“El viejo anda por las diagonales”, escribió Juan Duizeide como parte del texto introductorio de la muestra -porque Oesterheld pudo haber estado en La Plata al momento de su desaparición- “y los habitantes de esta ciudad todavía tenemos la sensación de que la sigue transitando”.

Para cerrar el año, el Museo presentó Márgenes y confines, de Mariano Sapia, una de las figuras de la pintura argentina actual, discípulo de Carlos Gorriarena y cuya obra se enmarca en los temas del cotidiano y lo popular. En esta muestra, el artista expone un conjunto de pinturas que hacen foco en el paisaje urbano, en el entorno y los márgenes de las grandes ciudades, con sus movimientos migratorios, sus desarraigos y marginalidad social. Pinturas que evocan melancolías y sufrimientos, tristezas y alegrías de quienes, de traslado en traslado, se desplazan en su permanente esperanza de cambiar de condición.

Revisando este serie, Sapia reflexiona en voz alta y dice: «Hoy me doy cuenta que en realidad lo que había estado pintando era el barrio de mi infancia. Un Lugano que ya no existe, de cielos anchos y calles de tierra, camiones de hacienda y paredones.”