CATÁLOGO DEL MAM

Año 2011

Superar la calidad anestesiante de la belleza de las imágenes y las palabras es el desafío de la diversidad de muestras exhibidas a lo largo del año en el Museo. Tragedias evitables, mutilaciones materiales y simbólicas, represión, ausencia, dolor y pérdida, son presentados a través de una estética que aviva y despierta, que sacude y compromete. Las urgencias del arte confluyen en una perfecta articulación entre el fondo y la forma que, lejos de anestesiar, revive.

El año 2011 comenzó en el Museo con la muestra fotográfica de Gabriel Díaz, Formas de vida, constituida por imágenes agrupadas en tres series. La primera es la llamada Muertes menores y retrata a niños desamparados en los pasillos subterráneos de la estación de trenes Constitución en Buenos Aires en los años 91 y 92. Una segunda serie muestra imágenes de chicos calvos después de la tragedia en Chernobyl que están recibiendo tratamiento en La Habana, Cuba, tomadas en 1995, 1997 y 2003. Finalmente, la serie Formas de vida muestra lugares con viviendas muy diferentes en la Capital Federal. Estas imágenes nos hablan de un desfasaje entre las diversas condiciones en las que viven los hombres, del contraste entre lujosos edificios y las casas precarias armadas con cartón y madera, del uso que se le puede dar a una chapa armando una choza al borde de la autopista, de la apropiación de terrenos para asentar viviendas.

Posteriormente, se presentó en el Museo una exposición sobre la revista Hexágono, realizada por un equipo curatorial del Centro de Arte Experimental Vigo.

La Revista había sido editada por Edgardo Antonio Vigo en La Plata entre los años 1971 y 1975, con la publicación de 13 ejemplares, y desarrolló un pensamiento crítico respecto de las nuevas tendencias del arte contemporáneo y los rumbos que el artista latinoamericano debía tomar.

A diferencia de las revistas anteriores editadas por Vigo, en Hexágono los conflictos políticos, la represión y la amenaza imperialista se colaban entre sus páginas como parte de las urgencias del discurso artístico. Por ello, a 40 años de la publicación del primer número, esta exposición en el Museo se planteó como una forma de mostrar cómo los debates y las obras editadas nos siguen interpelando, no sólo por la revulsión de sus formas plásticas sino por las preguntas que Vigo esbozaba y las respuestas que auditaba en sus páginas. La mirada retrospectiva y la lectura en diacronía podían transfigurar esta exposición en un acto de memoria sobre nuestro pasado reciente.

La siguiente muestra exhibida fue Memoria y olvido, organizada por Juan Carlos Romero y en la que participaron los artistas María Rosa Andreotti, Oscar Elissamburu, Nélida Valdés y Javier del Olmo. Ellos encaran en sus obras plásticas la memoria con diversas visiones y acciones contadas desde la ausencia y del dolor de la pérdida. Los tres primeros narran acerca de los destinos de los desaparecidos durante la última dictadura y el otro, Javier del Olmo, nos pone frente a las secuelas de los castigos a los partícipes de las aberraciones en los lugares de tortura y sus trágicas consecuencias: la desaparición de Julio López, principal testigo de la condena de Miguel Etchecolatz en la ciudad de La Plata.

Ante esta muestra, difícil fue no sentir cómo el pasado duele desde las más íntimas fibras y la memoria se encarga de producir el recuerdo. La memoria es un acontecimiento que lleva a revivir el pasado desde donde quedó congelado en cada uno en su devenir. En cada circunstancia la memoria se evidencia en lugares, acciones, cosas, vestidos, gestos, papeles y otras referencias que acercan desde los recuerdos a los seres queridos desaparecidos o muertos. Así cada historia personal se hace presente con toda la fuerza.

La muestra que continuó, El exilio circular, fue una propuesta curatorial que disparó la reflexión sobre las distintas dimensiones del exilio como fenómeno político que continúa signando al mundo contemporáneo. Fotos, objetos e instalaciones conviven en esta muestra que propone una triangulación entre chilenos, argentinos y catalanes.

El origen de la misma toma como disparador la historia de un barco carguero llamado Winnipeg que, en agosto de 1939, partió de Francia con más de 2.000 republicanos que huían hacia el exilio para salvar su vida tras la victoria del franquismo en España. Llegaron a Chile gracias al soporte económico y político de las solidaridades del Frente Popular chileno con Pablo Neruda y las asociaciones pro-republicanas de Argentina y Uruguay. Cuarenta años más tarde, chilenos, argentinos y uruguayos cruzaban el océano hacia el exilio europeo cuando se imponían en el cono sur las dictaduras de la seguridad nacional. Los trayectos de los exilios trazaban en el tiempo un círculo. “El destierro es redondo” había escrito Neruda y esos versos adquirían una renovada resonancia a la luz de la realidad latinoamericana en los ‘70 y ‘80.

De este modo, la muestra propone un diálogo temporal donde las imágenes de los campos de prisioneros del franquismo conectan con los centros clandestinos de detención de las dictaduras argentina o chilena y abren nuevamente el círculo para evocar e interrogar la actualidad de los campos de refugiados, los desplazamientos y las migraciones. En ella se expone la vida cotidiana en el exilio; las redes de solidaridad que se conformaron a través de organismos de derechos humanos, iglesias, organismos internacionales, organizaciones sociales y políticas; el activismo y la resistencia a las dictaduras en el exilio. Sin embargo, un núcleo especialmente significativo de la muestra es el constituido por los documentos de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia (archivo DIPPBA). El legajo titulado COMACHI (Comité de Ayuda a Chile) contiene información de residentes chilenos y latinoamericanos que ingresaron al país en 1973 buscando asilo político luego del golpe que derrocó a Salvador Allende. En estos documentos se inscribe una singular paradoja: el mismo país que los acogía, les daba asilo y los protegía generaba desde sus organismos de seguridad una ficha personal que relevaba datos y antecedentes profesionales e ideológicos que luego formarían parte de los archivos de inteligencia policial y se convertirían en herramienta para la persecución. Si la solidaridad aparecía como término relacionado con el exilio, los documentos de la inteligencia policial revelaban la contracara de la vigilancia por parte del Estado. Quien llega es siempre un otro al que hay que vigilar. Y esto vale tanto para quienes llegaron a Chile en 1939, para quienes entraron a la Argentina en 1973, para quienes llegaron a España en 1976 y también para quienes ingresaron a Europa desde el norte de África. Ayer y hoy. O ahora mismo.