CATÁLOGO DEL MAM

Año 2013

A 30 años del fin de la dictadura, el juego democrático aún no ha podido equilibrar las desigualdades. El deber de memoria es también el deber por la igualdad. El reclamo de los artistas por valores como la justicia, la equidad y la memoria.

El año 2013 se abrió con una muestra colectiva sobre las desigualdades sociales que todavía existen en el país; intervinieron los artistas Diana Dowek, Mariano Sapia, Eduardo Maradei, Daniel Corvino y el colectivo Arde!

La muestra denuncia el fuerte proceso de desigualdad desatado por la dictadura en la Argentina que fraccionó y segmentó la sociedad, con consecuencias que no fueron advertidas en toda su magnitud, quizás, hasta mucho tiempo después. La violencia generada por la dictadura contra los sectores populares y sus políticas económicas, que concentraron no sólo la riqueza sino el poder en pocas manos, permitieron que durante los años noventa el neoliberalismo profundizara la brecha social. Con esto, los artistas desmitifican la creencia de que el mundo ha sido injusto desde el origen de los tiempos y que la desigualdad es un fenómeno natural, pues son el azar o la naturaleza los que distribuyen y todos deben resignarse al lugar adjudicado aún antes de nacer. La denuncia se centra en el hecho de que el sentido común se afirma naturalizando las desigualdades, fortaleciendo los muros infranqueables que configuran los guetos sociales. Y el grito de la muestra parece ser que hoy, a 30 años del fin de la dictadura, el deber de memoria deber ser también el deber por la igualdad.

En paralelo, a comienzos del año la Comisión por la Memoria lanzó su campaña A 30 de años de democracia, tortura nunca más, con el objetivo de impulsar transformaciones institucionales, sociales, políticas y culturales que permitan erradicar esta práctica sistemática de las fuerzas policiales y penitenciarias en cierto modo consentida, avalada y promovida por el poder político y judicial. En este contexto, el Museo participó de la campaña convocando al artista Juan Carlos Romero para la realización de una retrospectiva y la elaboración de una intervención urbana. Para esto, el artista diseñó un afiche denunciando la tortura a partir de la apropiación de una cita del escritor Emile Zola: “Un país donde se tolera que una persona agonice en medio de la tortura es un país condenado”. A lo largo de su trayectoria, la obra política de Juan Carlos Romero se ha comprometido con causas sociales siempre en defensa de los derechos humanos: desde su participación en colectivos artísticos allá por los años 70 o más tarde en los 90 junto al grupo Escombros, en un cuestionamiento permanente al modelo neoconservador que culminaría la obra de saqueo iniciada por las dictaduras. Así Romero fue construyendo desde el arte una participación política que llegó hasta nuestros días de la mano de “Los artistas solidarios”, un colectivo artístico que toma el arte como una herramienta para la transformación social.

En sintonía con la campaña Tortura nunca más y desde la exploración de lo material en relación al cuerpo, emerge la producción de Germán Gárgano, quien en su pintura despliega una retórica de colores y formas de límites imprecisos y fragmentados que nos ponen frente al tema del cuerpo sufriente y violentado. La muestra Cuerpo y materia evoca la violencia desde el expresionismo y sus formas laceradas.

En la obra de Germán Gárgano, la materialidad del cuerpo experimentada entre el placer y el sufrimiento se descubre en figuras abiertas y contorsionadas, en escorzos violentos y pinceladas gestuales que esquivan el cuerpo glorioso para ponernos frente al cuerpo sufriente y la violenta coyuntura histórica.

Las fotografías de Eduardo Gil en la muestra sobre El Siluetazo ofrecen en perspectiva la memoria y el registro de una acción emblemática en la que arte y política, la participación colectiva y poner el cuerpo se encontraron. El 21 de septiembre de 1983, en el marco de la III Marcha de la Resistencia y aún en dictadura, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo improvisaron en la emblemática plaza un taller al aire libre que duró hasta la medianoche, donde delinearon -junto a cientos de manifestantes- siluetas humanas sobre papeles que luego pegaron sobre las paredes de los edificios circundantes, los carteles y los árboles, a pesar del gran dispositivo policial.

Hombres, mujeres y niños, de pie o en el piso, bocetaron y pintaron (en rollos de papel, con pinceles y rodillos) cientos de figuras a escala natural que permitieron dimensionar la superficie que ocupan 30.000 cuerpos humanos. Por primera vez, la imagen corpórea de los desaparecidos se instalaba en el espacio público, sumándose a los signos que empuñaban las madres: los pañuelos, las fotos de sus hijos, las rondas. Poco a poco, a cada silueta se le fue agregando el nombre, la edad y algún dato de las primeras listas de desaparecidos obtenidas. Una vez colgadas, la gente hizo propias las siluetas y fue aportando, casi sin saberlo, a esta acción artística colectiva que abrió el camino de ida y vuelta entre el arte y los derechos humanos.

A 30 años del Siluetazo, la muestra de Gil permite rememorar un espacio de creación colectiva que se puede pensar en tanto redefinición de la práctica artística como de la práctica política y constituye, al mismo tiempo, la visión de una época, cuando la lucha por los derechos humanos y el pedido de justicia se abrían paso con dificultad, entre la ignorancia y el miedo, en una realidad asfixiante y dolorosa.

Finalizando el año, Rafael Landea y Gregory T. Kuhn presentaron el video-instalación Mapas del silencio, un proyecto que tematiza el silencio como posible forma de opresión, a partir de dos episodios históricos en los que el concepto adquirió un fuerte carácter político. Por un lado, El silencio es salud / Buenos Aires 1975, consigna pública impuesta por el poder a través de una campaña gubernamental que tenía como fin reducir el sonido urbano, pero que fue interpretada como censura política y como un anuncio de lo que sucedería en el país; por otro Silence = Death (Silencio = Muerte) / Nueva York 1986 en el que el silencio es denunciado por las víctimas ante un gobierno que ignoraba la epidemia de SIDA que ya se había cobrado diez mil vidas en Estados Unidos. Mapas del silencio cruza estos sucesos y utiliza la obra 4’33 del músico John Cage, que replantea el concepto de silencio como ausencia de todo sonido, para abrir la reflexión sobre la idea de que -tal como decía el propio Cage- “no existe tal cosa llamada silencio.”

Fractura expuesta es el nombre de la muestra que cerró el año en el MAM, y es la representación de la Argentina del 2001. Un relato del pasado reciente construido a partir de fotos que Pepe Mateos tomó como reportero gráfico para el diario Clarín y otros medios periodísticos. Imágenes testimoniales que nos hablan de fractura social, represión, miseria y estafa, todo con el Estado como garante. Sin embargo, también hay lucha y organización. Una muestra que representa un tiempo histórico marcado por un tono esperanzador de cambio.