Manos Anónimas

Carlos Alonso

La serie Manos Anónimas se compone de obras realizadas desde 1981 en diversos materiales, principalmente pasteles al óleo. Ellas nos hablan de la brutal violación de derechos humanos producidos durante la dictadura, son las acciones en imágenes del terrorismo de Estado. Un conjunto que bien podrían ilustrar los relatos reunidos por la CONADEP en el informe del Nunca más

En la serie, la representación del cuerpo humano vulnerado convierte a la obra en una crítica acerca del ejercicio del poder, poniendo en tensión la forma de representar un tradicional género como es el desnudo.

Carlos Alonso trabaja a lo largo de toda su vida el tema de la violencia, su obra nos propone otro contexto para interpretarla, un no-tiempo anclado en la condición humana.

Sus elaboraciones plásticas dialogan consigo misma y con la historia del arte. Hay en ellas elementos que vuelven sobre obras propias y ajenas (formas revisadas del arte occidental que aparecen en sus pinturas). 

En un amplio arco de producción, Alonso experimentó con diferentes materiales y técnicas: óleos, acrílicos, collages, punta seca, xilografías, litografías, aguafuertes y aguatintas. Su obra se inscribe dentro del expresionismo, representando la realidad de manera incisiva, dramática y descarnada, a veces con cierta ironía o sarcasmo.

Se interesó abiertamente por los temas políticos y sociales, impactando directamente en el espectador por la manera en que los representa. Son creaciones que configuran un estilo brechtiano, encarnado. No es un estilo uniforme o estático. Sobre esto dirá: “Para mí, estilo encarnado significa que aparece cuando el actor está movilizado carnalmente, en su totalidad. No es algo sólo intelectual, está involucrada la carne, las vísceras, toda la persona. No se maneja como un arte meramente manual, va mucho más allá, hace falta una serie de coincidencias, de engranajes que se juntan y empieza a funcionar el encarnado. Aparece cuando se conjugan varias cualidades que no son solamente el color, la forma, la composición, sino también otras sustancias” (Revista La Marea n° 22: 2004).

Parte (I)

El dolor y la monstruosidad declaran ser parte parte de la condición humana. Las bestias de aquel infierno de 1976 son retratadas por Alonso en un tríptico fundado por las tres acciones del horror: la tortura como instrumento, la transformación de prisioneros en desaparecidos y la instalación de centros clandestinos de detención.

Manos Anónimas (estudio) 1989. Lápiz, crayón, pastel sobre papel.

Para el triunvirato de las fuerzas -Agosti, Videla y Massera- la represión fue la esencia misma del poder conquistado. Alonso lo captura en toda su monstruosidad. Expresiones duras, feroces, sangrantes se arman a partir de una línea que se enrolla, se tensa y traza con violencia la imagen de una naturaleza despiadada.

Amanecer Argentino I, 1991. Pastel y óleo sobre papel

Parte (II)

El eje de la política represiva de la dictadura fue inocular el terror en toda la sociedad argentina a través del secuestro, la tortura y la desaparición. El objetivo del plan fue desarmar, descomponer, quebrar y romper el tejido social de forma real y simbólica. Alonso lo representa magistralmente en cada una de las escenas referidas a los operativos de secuestros.  Sus composiciones rotas y paletas diáfanas transparentan la vulnerabilidad de las infancias y el miedo como fórmula. Con terror y  desconfianza  la dictadura se aseguró un largo período de desarticulación social. 

  Manos Anónimas I, 1986 – Pastel sobre papel

 Manos Anónimas II, 1986.

Manos Anónimas XIII, 1986. Pastel sobre papel 

Parte (III)

Las mujeres detenidas desaparecidas padecieron modos de tortura específicos por su condición de mujer militantes (por pertenecer a una organización política o barrial, comunal u obrera). Esta tortura sistemática implicó diferentes formas de abuso sexual, malos tratos y torturas a embarazadas, maternidades clandestinas y robo de los bebés nacidos en cautiverio.

  Amanecer argentino II, 1984. Pastel sobre papel.

En el modelo cultural que intentó imponer la dictadura, la mujer debía quedar recluida al territorio de lo doméstico -no podía ser activa en sus posiciones políticas- y tenía que quedar rezagada y obediente a su marido y, a través de su figura, al poder social. Los torturadores encarnados en los valores patriarcales y religiosos materializaron el mandato de “hacer doler”, los suplicios sin miramientos. Ese fue el castigo por el deseo y la voluntad colectiva  de “otro paraíso” sin tanta desigualdad.

 Amanecer Argentino III, 1989. Pastel sobre papel


Manos Anónimas V, 1984. Pastel sobre papel.

Manos Anónimas X, 1986. Pastel sobre papel.

Manos Anónimas XII, 1984. Pastel sobre papel.