Manos Anónimas

Marzo 2003

Pinturas de Carlos Alonso

Carlos Alonso seleccionó para exponer en el MAM 15 obras de su serie «Manos Anónimas», un relato extraído del corazón mismo del horror desatado por el terrorismo de estado en la Argentina. La serie completa  incluye 31 dibujos y pinturas, fue cedida por decisión del maestro Alonso a la Comisión por la Memoria.

Guión de la muestra

Guión para la muestra Manos Anónimas de Carlos Alonso                                                  

por Florencia Battiti

Introducción

Las catorce obras que conforman la serie Manos Anónimas refieren a los cruentos tiempos vividos durante la última dictadura militar.[1] A partir de ellas, además de vivenciar una experiencia estética basada en su valor plástico, es posible reconstruir la metodología de represión utilizada por las fuerzas de seguridad durante los llamados “años de plomo”. A lo A largo de esta serie, Alonso construye una “narrativa” en la que describe de modo incisivo y mordaz, la tremenda ruptura que significó la dictadura en la vida cotidiana y familiar de miles de personas.

Elegir el lenguaje del arte para tratar un tema tan doloroso implica, entre  otras cosas, la intención de recordar a los desaparecidos en clave de vida, es decir, como personas que lucharon por la que consideraban una sociedad más justa, equitativa y solidaria. El lenguaje del arte -no sólo el de las artes plásticas sino el del arte en general- es poderosamente metafórico. Su poder radica en la capacidad de disparar y generar múltiples significados. De este modo, las interpretaciones que suscita permanecen siempre abiertas, para que cada uno, a partir de la propuesta del artista, elabore su propia reflexión. En este sentido, el arte se ubica en las antípodas del autoritarismo, ya que genera libertad de pensamiento. Es de esperar, entonces, que estas obras nos ayuden a ejercitar nuestra Memoria, asumiendo un compromiso ético a la hora de definir el tipo de sociedad que queremos construir.

1. Manos Anónimas (estudio) 1989

Lápiz, crayón, pastel sobre papel (imagen 3)

Durante los años setenta, en los países del Cono Sur (Argentina, Uruguay, Chile y Bolivia) se instauraron dictaduras militares que rompieron el orden constitucional para sumarse a las ya existentes en Brasil y Paraguay. Basadas en la Doctrina de la Seguridad Nacional, su propósito fue suprimir el movimiento comprometido con las ideas de cambiar las estructuras socioeconómicas prevalecientes. Aquellas dictaduras, cada una a su manera, convirtieron el Estado en terrorista (utilizaron su infraestructura para aterrorizar, reprimir, secuestrar y desaparecer a los ciudadanos que, se supone, debía proteger) reprimiendo a los movimientos populares mediante la práctica de la “desaparición forzosa”. En Argentina, esta práctica se convirtió en un método masivo y sistemático, como resultado del cual muchas familias ignoran aún el destino de sus seres queridos.

Este estudio consta de tres retratos. El género del retrato es muy antiguo dentro de la tradición de la Historia del Arte y ha sido utilizado, mayormente, para representar a la nobleza, a hombres ilustres, personalidades importantes, etc. Irónicamente en este caso, Alonso escoge el género del retrato para representar a tres militares. Ahora bien, ¿porqué nos damos cuenta que éstos personajes son miembros de las Fuerzas Armadas? Los tres hombres (dos de ellos de perfil y uno de frente) llevan vestimenta y atributos que denotan su función social. La gorra, el uniforme, el sable. Estos “atributos” nos informan que no se trata de civiles, sino de miembros de alguna de las tres Fuerzas Armadas. Además de sus atributos, ¿cómo están representados estos tres hombres? Alonso utiliza un dibujo gestual y suelto para trazar los rostros y, en los tres casos, acentúa la zona de la boca, la que aparece, casi, como la de un animal que gruñe. Es probable que el artista (y también nosotros espectadores) nos enfrentemos ante estos rostros con profundo desagrado y que nos remitan más a una jauría de animales rabiosos que a hombres uniformados.

2. Manos Anónimas II, 1986

Pastel sobre papel (imagen 2)

La tragedia del terrorismo de Estado conmocionó a nuestra sociedad, que aún continúa viviendo bajo la secuela de ese trauma, sin que la justicia haya podido ser aplicada sobre la gran mayoría de quienes perpetraron uno de los crímenes más crueles de este siglo. Miles de ciudadanos de diferentes edades, procedencia social, creencias religiosas y orientaciones políticas fueron secuestrados de sus casas, centros de trabajo o estudio, delante de testigos que vieron cómo se los llevaban maniatados y encapuchados hacia alguno de los 360 Centros Clandestinos de Detención que funcionaban en todo el país, donde eran sometidos a torturas, violaciones y vejaciones.

Esta obra alude a los allanamientos que los grupos de tareas llevaban a cabo en los domicilios particulares que ellos consideraban “sospechosos”. Alonso nos muestra un espacio doméstico en el que un niño, con los brazos abiertos, llora en un estado de completa indefensión. Es interesante notar el modo en que el artista compone el espacio donde transcurre la escena: en el ángulo inferior izquierdo, traza un piso cuadriculado (posiblemente de baldosas o mosaicos) que permanece perfectamente ordenado (el hecho de trazarlo en cuadrícula acentúa la sensación de orden). Este espacio contrasta con el resto de la composición en la que los objetos (colchón, mesa de luz, silla, espejo, libros) se encuentran en completo desorden, dando una sensación de marcada inestabilidad. Prácticamente en medio de la composición y entre éstos dos espacios bien diferenciados, se encuentra un niño que parece no comprender qué fue lo que “desestabilizó” tan bruscamente su mundo cotidiano.

3. Manos Anónimas I, 1986

Pastel sobre papel (imagen 1)

Las prácticas represivas ejercidas por la última dictadura contaron con un accionar ajustado a estrictas normas establecidas por la conducción de las tres Fuerzas Armadas (Ejército, Marina, Fuerza Aérea). Estas prácticas fueron sistemáticamente aplicadas en todo el país. Los procedimientos utilizados fueron, generalmente, la violación de domicilios (los allanamientos); el “botín de guerra” (el saqueo y robo que los Grupos de Tareas realizaban en las viviendas de sus secuestrados); el secuestro, la tortura y, en muchos casos, la desaparición

En este pastel, Alonso divide verticalmente el espacio compositivo en tres sectores. En el centro, la imagen amenazante de un hombre corpulento con sombrero y cinturón ancho aparece sobre la figura de un niño que parece huir corriendo hacia el sector de la derecha. A lo largo de toda la serie, Alonso utiliza este tipo de personajes de sexo masculino, que usan sombrero, anteojos y, a veces, guantes para aludir a los secuestradores y/o torturadores. Es interesante el modo en que el artista utiliza la “vestimenta” para construir una “tipología de personaje”. Los uniformes militares o las ropas de un civil nos “hablan” sobre el lugar y función de esa persona en la sociedad. En esta caso, sobre el pecho del hombre, se dibuja la figura de un “osito” o muñeco de juguete (vemos sus ojos, su nariz y boca). Alonso se refiere a esta obra como “El Cuco”, refiriéndose al famoso personaje que asustaba a los niños.

En los sectores de la derecha y de la izquierda, se repite el esquema compositivo de la obra anterior: los objetos (espejo de cristal, sillas, lámparas, etc,) son representados de forma inestable y caótica, aludiendo al desorden material en que los domicilios quedaban después de los allanamientos y al desorden emocional que causaron estas prácticas en la dinámica familiar.

4. Manos Anónimas III, sin fecha.

Pastel sobre papel (imagen 15)

Las imágenes que Carlos Alonso vuelca en la serie “Manos Anónimas”, forman parte del imaginario social en torno al terrorismo de Estado en la Argentina. Este imaginario se expresa de diversos modos y, uno de ellos, son las obras de arte y las diversas prácticas estéticas. Es importante tener en cuenta que, a la hora de construir un relato sobre el pasado (un relato visual en este caso), no existe una memoria única sobre lo ocurrido y, por lo tanto, el hilo que hilvane este relato, será la consecuencia de aquello que se escoja recordar. Estudios recientes – los de Hugo Vezzeti, por ejemplo – han señalado que “el pasado ominoso requiere, para convertirse en una experiencia operante y transmisible, de imágenes y relatos tanto como de interpretaciones racionales y conceptuales”. En el caso de esta obra, la apropiación ilegal de niños llevada a cabo por las fuerzas de seguridad, queda plasmada en una imagen desgarradora. El robo de bebés durante la última dictadura es un tema abierto que acarrea consigo la complicidad de la sociedad civil y el rol de los medios de comunicación durante el Proceso.

Una vez más, Alonso nos presenta la imagen de un hombre (armado en esta oportunidad) que irrumpe en un ambiente doméstico. La organización de la composición es vertical y el espacio compositivo esta divido en tres secciones. El sector central – el de mayor importancia – concentra la figura de un hombre con ropas oscuras que lleva sombrero, lentes y guantes y la figura de un niño montando su andador. Es interesante notar la abismal diferencia de fuerzas que el artista despliega a través del contraste que provocan las figuras del hombre armado y el niño, que aún no camina, estallando en llanto.

Desde el punto de vista compositivo, el arma que porta el hombre rompe el equilibrio, al estar representada en una notoria posición diagonal. Los elementos que funcionan como balance en la composición son: en el registro superior derecho, el humo del arma, aparentemente, recién descargada; en el registro inferior izquierdo, la silla invertida.

5. Amanecer Argentino I, 1991

Pastel y óleo sobre papel (imagen 12)

Como consecuencia de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos perpetradas en nuestro país durante la última dictadura, acentuadas por un marco jurídico e institucional que promueve una política de olvido y de impunidad – a través de la leyes de amnistía a los responsables del terrorismo de Estado – se produjo un profundo corte en la trama social que hace que, nuestro pasado reciente, permanezca como un presente eterno, que no termina de “actuar” ni de ser resuelto.

Haciendo un poco de historia: en abril de 1985 se inician las audiencias del Juicio a las tres Juntas Militares. En diciembre de 1986, la Corte Suprema confirma la sentencia dictada por la Cámara Federal. El Juicio a las Juntas – que fue oral y público – y la condena a los responsables máximos de los crímenes cometidos durante la dictadura, instaló el tema de los desaparecidos en la memoria colectiva. También en diciembre de 1986, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, se sanciona la Ley de Punto Final (Ley 23.492) que elimina la acción penal “contra toda persona que hubiere cometido delitos vinculados a la instauración de formas violentas de acción política hasta el 10 de diciembre de 1983”. En junio de 1987, se sanciona la Ley de Obediencia Debida (Ley 23.521) por la cual los oficiales superiores y subalternos no son punibles de delito por considerar que “obraron en estado de coerción bajo subordinación a la autoridad superior y en cumplimiento de ordenes, sin facultad o posibilidad de oposición o resistencia a ellas (…)”. En octubre de 1989, Carlos Menem decreta el Indulto (Decreto 1002/89) que comprende “la totalidad de las causas abiertas a altos jefes militares que no fueron beneficiados por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida”, borrando los esfuerzos que la sociedad civil realizó durante años e implantando una política de amnesia colectiva. Es interesante señalar que el Ex Jefe del Ejército, Teniente General Martín Balza, en un documento fechado el 25 de abril de 1995, sostuvo respecto a la ley de Obediencia Debida que: “nadie está obligado a cumplir una orden inmoral o que se aparte de las leyes y los reglamentos militares (…) delinque quien vulnera la Constitución, quien imparte órdenes inmorales, quien cumple órdenes inmorales y quien, para cumplir un fin que cree justo, emplea medios injustos e inmorales”. 

En el mes de septiembre de 2003 se sanciona la Ley 25779 que anula las leyes de impunidad. Al quedar anuladas las leyes de Obediencia debida y Punto final, se reabren los juicios penales como los que condenaron a Miguel Osvaldo Etchecolatz y al sacerdote Christian Von Wernich.

Quizás, uno de los aspectos más siniestros de lo ocurrido, sea aceptar que estos crímenes ocurrieron en un contexto de aparente “normalidad” social. La propia metodología utilizada por la dictadura – basada en la clandestinidad y ocultamiento de los hechos – operó a favor de esta aterradora realidad. En esta obra, Alonso nos presenta un hombre, de cierta edad, que está solo en una habitación, parado sobre una cama. En este caso, el único “atributo” que porta el personaje es un par de anteojos oscuros. No lleva vestimenta, ni civil, ni militar. Salvo por este detalle, es un hombre común, que se despierta al amanecer, justo cuando sale el sol. ¿acaso no podría ser nuestro vecino o algún conocido del barrio? La escena que Alonso construye – y que significativamente titula “Amanecer argentino” – es extraña y siniestra a la vez; simboliza, de modo perturbador, esa condición que fue propia de los años de la dictadura: una aparente normalidad, en la que la mayoría de la gente se levantaba todos los días para ir a trabajar, a la escuela, etc y, simultáneamente, otra tanta gente – quizás como el personaje de esta obra – se levantaba por las mañanas, para allanar domicilios, secuestrar y torturar.

6. Amanecer argentino II, 1984

Pastel sobre papel (imagen 13)

         A un año de impuesta la dictadura militar, el periodista Rodolfo Walsh, publica una “Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar”. Entre otras varias denuncias, Walsh señalaba que: “Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos (…) convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio”.

Esta obra esta compuesta por dos pasteles enmarcados en forma de díptico. Llevando el mismo título que la obra anterior, “Amanecer argentino”, alude a los secuestros perpetrados durante la dictadura. En ambos casos, dos hombres de aspecto aterrador, rodean con sus brazos los cuerpos de dos mujeres que, ante la indiscutible diferencia de fuerzas, no pueden resistirse. En la escena de la izquierda, el sol que asoma – y que no casualmente nos remite al sol que aparece en nuestros símbolos patrios, tales como la bandera o el escudo nacional – mira con sorpresa lo que acontece ante sus ojos. En el registro superior de la escena de la derecha, un auto con faros encendidos, espera estacionado a que los dos hombres ingresen en él, llevando a la mujer con los ojos vendados.

7. Manos Anónimas V, 1984

Pastel sobre papel (imagen 11)

Después de años de recuperada la democracia, fueron varias las publicaciones que empezaron a recoger testimonios de víctimas directas del terrorismo de Estado y/o de sus familiares y amigos. La reconstrucción oral de la memoria es un arma eficaz a la hora de intentar recomponer la trama social desgarrada que dejó la dictadura. Una maestra de escuela, recuerda aquellos años con estas palabras: “cuando secuestraron a mi hermano…mirá…la verdad es que me acuerdo tanto de esa época, en que nosotros los que teníamos la desgracia de tener un familiar detenido-desaparecido éramos considerados como pestosos por los vecinos, los conocidos (…) Caminábamos por la calles sin que nadie se animara a saludarnos, porque ellos tenían miedo, miedo de acercarse a uno, no sé… ya nada fue como antes…”[2]

Un cuerpo de mujer yace acostado en un paisaje que parece sugerir una costa de río o de mar. El desnudo femenino es un género muy utilizado en artes plásticas desde siglos atrás y, a pesar de que en el contexto general de la serie, éste desnudo refiere a un ser humano que ha sido brutalmente ultrajado, Alonso demuestra manejar la técnica del dibujo con eximia excelencia. El cuerpo de esta mujer, maniatado con su sexo a la vista, parece aludir a la violación a la que fueron sometidas muchas de las prisioneras detenidas en los Centros Clandestinos de Detención. Desde el punto de vista compositivo, es interesante notar cómo Alonso utiliza transposiciones y transparencias – sobre todo en la representación de las piernas – para dar sensación de “movimiento”. Este es uno de los modos en que, un lenguaje artístico como la pintura – que a diferencia del cine no incluye la dimensión temporal – puede generar la idea de movimiento.

  1. Manos Anónimas IX, 1984
  1. Manos Anónimas VIII, 1986
Pastel sobre papel (imagen 10)

Otro testimonio es el de Sofía D. “Yo lo que más me acuerdo, aunque no sé bien el año, es un día, ahí, en Sarandi, que aparece muerta una chica comunista, Graciela P. Estaba embarazada de ocho meses y creo que iba a la Universidad. Aparece muerta a tiros y después dicen que fue en un enfrentamiento con la policía, que la mina estaba actuando. Pero nosotros la conocíamos del barrio y sabíamos que no estaba actuando, que no era ‘terrorista’”.[3]

Ambos cuadros presentan imágenes escalofriantes respecto de la tortura y los vejámenes a los que eran sometidas las prisioneras mujeres. En ambos cuadros, también, Alonso utiliza el formato de díptico: dos escenas que, conjuntamente conforman la obra y que se relacionan semántica y compositivamente entre sí. Los personajes femeninos aparecen de perfil, enfrentados y, en ambos cuadros, uno de ellos es una mujer embarazada. Es notable el modo en que las mujeres aparecen “unidas”: temáticamente, desde el horror al que están siendo sometidas; compositivamente, desde el detalle de dos dedos enfrentados que se “apuntan” entre sí (Nº 8) y desde la continuidad de las botas que “marchan y patean” en el cuadro Nº 9. En esta mismo cuadro, Alonso además, acentúa la juventud y la belleza de las víctimas, una de ellas atada con sogas y con el rostro encapuchado para que no pueda reconocer a sus torturadores y la otra, con los ojos bien abiertos, de asombro y terror.

10. Manos Anónimas X, 1986

Pastel sobre papel (imagen 6)

 

A pesar de las diferentes causas históricas, los fenómenos del Holocausto vivido en Alemania después de la Segunda Guerra Mundial y del terrorismo de Estado en la Argentina, comparten la falta de sepulturas de sus víctimas (la ausencia de los cuerpos de los “desaparecidos”) Esto, se traduce en la imposibilidad de elaborar el duelo por la muerte de un ser querido que, en todas las civilizaciones, es un ritual indispensable para la salud psíquica del afectado. Según palabras de George Bataille “el hombre de Neandertal, que todavía no era un ser humano completo como lo consideramos hoy en día, todavía no tenía el cerebro desarrollado como el “homo sapiens”, ya enterraba a sus muertos”.[4]

 

En este pastel, el artista ubica como centro de la escena, el cuerpo de una mujer, en dirección diagonal. El torso de un hombre (con la vestimenta que Alonso le adjudica a los represores: lentes, sobrero, sobretodo) y las piernas desdibujadas de otro (aparentemente un sepulturero) aparecen en el registro superior de la composición. El elemento que ejerce un fuerte balance vertical (contrastando con la dirección diagonal del cuerpo) es una pala clavada en la tierra. La pala funciona, para una de las posibles interpretaciones de la obra, como un “signo” que alude a las fosas comunes donde eran arrojados muchos de los cuerpos de los “desaparecidos” y que, luego de recuperada la democracia, fueron exumados por el Equipo de Antropología Forense (EAF) que, aún hoy, continúa trabajando en la identificación de los cuerpos.

 11. Manos Anónimas XI, 1984

Pastel sobre papel (imagen 5)

La escena, como varias de la serie, transcurre en un ambiente doméstico y refiere a la irrupción de la fuerza y la violencia en el ámbito familiar. Desde el punto de vista de la composición, en este caso, Alonso dibuja un gran plano rectangular (que en el cuadro funciona como una pared) que contrasta abruptamente con el desorden que reina en todo el resto de la escena. Nuevamente, un bebé que aún no camina (vemos a su izquierda la presencia del andador) llora sin consuelo. Otro elemento que el artista utiliza como metáfora de lo doméstico, es la silla (generalmente de paja y madera) que siempre aparece tirada o tumbada por el accionar de la violencia. Muchos de estos objetos domésticos (sillas, muebles, televisores, libros, etc.) eran tomados por los Grupos de Tareas que, además de secuestrar personas y allanar domicilios, robaban objetos de valor o elementos que les pudieran ser útiles.

12. Manos Anónimas XII, 1984

Pastel sobre papel (imagen 4)

De los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado, la desaparición de personas y, según un término propuesto por Oscar Terán, la “desidentificación” de los niños apropiados y entregados a otras familias – hoy jóvenes que desconocen su verdadera identidad – son dos acontecimientos que conllevan un enorme desafío ético y moral. En ambos casos, el ser humano es sometido a la privación de sus derechos más básicos: el derecho a la vida y el derecho a la identidad. Por otra parte, las condiciones en las que los prisioneros eran mantenidos en cautiverio – generalmente en celdas pequeñas, con los ojos vendados y sometidos a sesiones de tortura sistemáticas con la intención de “quebrarlos” para que incurrieran en “delatar” a compañeros de militancia – eran por completo inhumanas.

La sustracción de la identidad del detenido comenzaba al ingresar a los Centros Clandestinos de Detención, donde al “encapuchado” se le asignaba un número o código en letras en reemplazo de su verdadero nombre. Habiendo perdido el contacto con el exterior y con el paso del tiempo, la víctima quedaba sumida en un limbo que, en palabras de Pilar Calveiro[5], era una “irrealidad real donde regían otras lógicas[6]; finalizando, en la mayoría de los casos, como NN.

La escena representada en este pastel, refiere a las celdas de detención de los CCD. Es significativo – y un elemento crucial en una de las posibles interpretaciones de la obra – el plano con huellas digitales (símbolo indiscutido de nuestra identidad) que aparece en el lado izquierdo de la escena. Esta especie de “muestrario de huellas digitales” alude a la privación de la identidad a la que eran sometidos los detenidos. Por otra parte, una figura femenina yace de rodillas ¿habrá sido sometida a una sesión de tortura? Alonso representa a una mujer que se inclina sobre un plato de comida, en actitud “animal”, condición que condice con el trato que recibe.

13. Amanecer Argentino III, 1989

Pastel sobre papel (imagen 8)

La sustracción de la identidad del detenido comenzaba al ingresar a los Centros Clandestinos de Detención, donde al “encapuchado” se le asignaba un número o código en letras en reemplazo de su verdadero nombre. Habiendo perdido el contacto con el exterior y con el paso del tiempo, la víctima quedaba sumida en un limbo que, en palabras de Pilar Calveiro[7], era una “irrealidad real donde regían otras lógicas[8]; finalizando, en la mayoría de los casos, como NN.

Con un paisaje de campo como fondo, este pastel presenta con suma claridad la escena de un secuestro y una consecuente apropiación. Alonso escoge una paleta de colores fríos (la gama de los azules) para representar a un hombre (vestido con los atributos de secuestrados/torturador/represor: sombrero, anteojos, sobretodo) que, en uno de sus brazos, carga el cuerpo desnudo de una mujer y con el otro, sujeta a un niño que llora y se resiste. Una escena que se volvió aterradoramente frecuente durante la dictadura y que encarna uno de los tópicos más complejos de la metodolgía implementada durante el terrorismo de Estado.

  • Manos Anónimas XIII, 1986

Pastel sobre papel (imagen 7 y 9)

Acompañamos la última obra de la serie con el testimonio de Silvia M., profesora de matemáticas, que recuerda con estas palabras, la noche en que allanaron su casa y secuestraron a su hermano quien, aún hoy, continúa desaparecido: “Bueno, después de cenar cada uno se fue a dormir… A las dos de la mañana tiraron la puerta abajo, había muchos encapuchados, entraron gritando, rompiendo, pateando (…) Mis viejos y yo y mis hermanos, todos fuimos levantados de la cama a golpes… te digo, en ese momento no sabía que pasaba, era desesperación, vos sentís un huracán de gritos, golpes (…) sentís terror (…) De pronto estás en el suelo, tenés una ametralladora en la cabeza… y ¿sabés? No se entiende, lo único que querés es que termine (…) y ves cómo levantan de los pelos a tu hermano y lo separan del grupo y le ordenan que se arrodille, y ves que le vendan los ojos (…) lo arrastran (…) y sentís que se van (…) después nada, sólo silencio”.[9]

Una vez más, Alonso refiere a la irrupción de la violencia y del sinsentido en la vida del ámbito familiar y estructura compositivamente la escena de un modo muy desequilibrado (las líneas dominantes trazadas son muy dinámicas, no es una composición estática) para reforzar la sensación de desorden y caos. En este caso en particular, el tratamiento del pastel es más “dibujístico” que en otras obras de la misma serie (predominan las líneas con mayor definición y no tanto los trazos gestuales y expresivos). Además, el artista utiliza ciertas “transparencias” (zonas en las que se superponen las imágenes) ya que el pastel (lápiz de color seco o graso) es propicio para brindar este efecto.

A modo de conclusión

Recordar y “hacer memoria” es un proceso de aprendizaje, un fenómeno cultural expresado por individuos en un grupo social determinado. La importancia fundamental del recuerdo radica en su poder para definir la identidad y la conducta de un pueblo. La memoria tiene efectos actuales y determina la relación con el futuro.

Si consideramos las producciones estéticas como prácticas de resistencia ante los intentos por eludir la elaboración de un pasado que nos devuelve la imagen de una comunidad quebrantada, se torna imperativo indagar y alentar la discusión pública a fin de fortalecer la ética social, dado que, de lo contrario “lo que se silencia no son tan sólo experiencias y hechos, sino dimensiones más profundas como valores, sentimientos e ideales (…) Persistir en el silencio deriva en la repetición, si no de su contenido, al menos de su estructura”.

[1] El 24 de marzo de 1976 el llamado “Proceso de Reorganización Nacional, encabezado por una Junta Militar integrada por un representante de cada una de las Fuerzas Armadas, Videla, Massera y Agosti, derroca a la presidente Isabel Perón. Este gobierno militar dura, siete años, hasta 1983.

[2] Testimonios. Otras Voces. Selección realizada por Carlos Boccardo y Juan Carlos Romero, publicación que formó parte de la instalación “Otras Voces. A 25 años de la dictadura militar”, Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, marzo-abril de 2001.

[3] Op Cit pag. 53.

[4] “Existes porque te recuerdo”, relato de Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez en Debate Feminista, año 5, vol 9, marzo 1994, pp. 247-263.

[5] Autora de “Los campos de concentración en la Argentina”, quien estuvo detenida en la Escuela Mecánica de la Armada durante el proceso y, actualmente, reside en México.

[6] Juan Gelman, “Pilar Calveiro describe la vida-muerte de los campos de concentración del Proceso”, Pagina 12, 1/11/98.

[7] Autora de “Los campos de concentración en la Argentina”, quien estuvo detenida en la Escuela Mecánica de la Armada durante el proceso y, actualmente, reside en México.

[8] Juan Gelman, “Pilar Calveiro describe la vida-muerte de los campos de concentración del Proceso”, Pagina 12, 1/11/98.