Muestra Patrimonial

SALA ROJA

La última dictadura militar (1976-1983) implementó un régimen siniestro basado en la violencia. Para ello ejecutó un plan sistemático de acciones criminales y políticas económicas que perjudicaron y empobrecieron a las mayorías, desmantelaron la industria nacional para beneficiar al capital extranjero, con la consiguiente pérdida de empleo; es decir, modificaron el patrón de acumulación (el modo de producir y acumular la riqueza nacional). La imposición de la política económica se hizo a fuerza de represión: el 30 % de los desaparecidos eran obreros industriales.

Fue una época oscura de nuestra historia porque se vivió en un clima de terror y no había instituciones legales donde denunciar las violaciones a los DDHH y buscar protección. Se implementó el toque de queda (prohibición de estar en la calle a la noche), estaban prohibidas las reuniones, las actividades sindicales y políticas, hubo censura y control de las actividades artísticas culturales, educativas y de comunicación.

Los procedimientos de inteligencia, persecución a civiles y secuestro de opositores al régimen estaban a cargo de grupos de tareas compuestos por agentes sin uniforme que circulaban en autos civiles. A los secuestrados los llevaban a centros clandestinos de detención (CCD), lugares usados para alojar prisioneros ilegales. Muchos funcionaron disimulados dentro de una dependencia militar o policial y hubo CCD incluso en fábricas. Las víctimas eran sometidas a interrogatorios bajo tortura, estaban incomunicadas y en condiciones inhumanas de vida. Luego de un tiempo de detención se decidía su destino final: la liberación, la cárcel o la muerte y el posterior ocultamiento del cuerpo (enterrado en tumbas NN, arrojado desde aviones al mar). Conocer el destino de esos cuerpos es un reclamo aún vigente de familiares, allegados y gran parte de la sociedad.

Red room

The last military dictatorship (1976-1983) implemented a sinister regime based in violence. The regime executed a plan of systemic human rights abuses and political economics that damaged and impoverished a majority of the population, dismantled national industries to the benefit of foreign companies, with consequent loss of employment; this is to say that they modified the method of profit accumulation (i.e. the way of producing and building national wealth). The imposition of this political economic model was made through repression: 30% of disappeared people were industrial workers. 

This was a dark era in our history because there was a climate of terror and we lacked institutions to denounce human rights violations and seek protection. A curfew was implemented; group meetings were prohibited; political and union activities were made illegal; there was censorship and control of artistic expression, education, and communication. 

Intelligence processes, persecution of civilians, and the kidnapping of regime opposition were placed in the hands of working groups composed of secret agents that circulated around population areas in civilian vehicles. They took kidnapped people to clandestine detention centers (CCDs), places used to keep prisoners held without due process. Many worked undercover within military and police units, with CCDs even existing in factories. The victims were interrogated via torture, without communication with the outside world while living in inhumane conditions. After a period of detention, their final destination was decided: release, prison or death and the subsequent concealment of the body (buried in mass graves, or thrown from planes into the sea). Knowing the fate of these bodies is an ongoing claim by family members, close friends and a large part of society.

Ricardo Carpani. Memoria, 1990. 

(Pintura. Acrílico sobre tela, 100 x 100 cm.)

Alzugaray Miguel. La camisa de Juan.

Juan Pueblo, homenaje silvestre. 1984. 

(Pintura. Acrílico sobre tela, 80 x 120 cm.)

SALA dos

En Argentina, desde 1930, se sucedieron golpes de Estado que interrumpieron los procesos democráticos. El 24 de marzo de 1976 se produjo el último y más sanguinario golpe militar: el que derrocó al gobierno constitucional de la presidenta María Estela Martínez de Perón. 

Asumió entonces un gobierno de facto al mando de las tres fuerzas armadas que se autodenominó Proceso de Reorganización Nacional, y contó con la complicidad de sectores de la iglesia,  de la sociedad civil y empresarial. Desde un comando conjunto (Ejército, Marina y Fuerza Aérea) se planificó y ejecutó un sistema represivo clandestino subordinando a las fuerzas de seguridad: la Gendarmería, la Policía Federal y todas las policías provinciales, entre ellas la bonaerense. 

Este plan represivo se denomina terrorismo de Estado porque hizo uso de los recursos estatales y del poder que otorga su ejercicio. El objetivo principal fue la persecución, detención y eliminación de aquellos ciudadanos que participaban activamente en la construcción de un proyecto de país radicalmente distinto y de aquellos que se oponían al régimen. 

Fue un genocidio porque los militares establecieron sobre la población civil un plan sistemático de persecución por razones políticas e ideológicas: exilio forzado, secuestros, torturas y asesinatos. Hubo cerca de 30.000 personas que estuvieron desaparecidas en centros de detención, maternidades clandestinas, robo y apropiación de bebés, censura en ámbitos culturales y medios de comunicación. La vida política del país dejó de estar regida por la Constitución argentina.

Las consecuencias perduran hasta la actualidad en la subjetividad de las víctimas y en la trama social; por ello, la memoria es una herramienta de construcción para dar a conocer estos hechos y para que nunca más se atente contra la democracia en nuestro país.

second room

In Argentina, from 1930, there had frequently been military coups followed by brief periods of democratic renewal. The coup of March 24, 1976 produced the last and most bloody military coup that usurped the democratic and legitimate government of María Estela Martínez de Perón.

Named the National Reorganization Process, a new de facto government assumed command with complicity in sectors of the church, civil society and business. A joint command (army, navy, and airforce) planned and executed a clandestine system of repression under the authority of security forces like the Gendarmerie, the Federal Police and all the provincial police, including the Buenos Aires police.

This repressive plan is called state terrorism because it made use of state resources and the power that its exercise grants. The main objective was the persecution, arrest and elimination of those citizens who actively participated in the construction of a radically different politics project and those who opposed the regime.

The plan was a genocide as the military established a systematic persecution plan for the civilian population for political and ideological reasons: forced exile, kidnapping, torture and murder. Nearly 30,000 people were ‘disappeared’ in detention centers, including clandestine birth of babies and their subsequent theft and appropriation, censorship in cultural spheres and the media. The political life of the country ceased to be governed by the Argentine constitution.

The consequences continue up to today within the life of the victims and shared social trauma: for them and for us, memory is a tool of construction to publicize the facts and assure that never again is democracy attacked in our country.

Claudia Contreras. Remover cielo y tierra, 2001.

(Objeto. Abaco de acrílico, papel impreso con listas de personas desaparecidas publicado

por la CONADEP, cola vinílica y caja de luz, 42 x 52 x 0, 7 cm.)

 Eduardo Gil. Sin título. 2005. 

(Fotografía. Mural Fotográfico).

De silencios, resistencias y reparaciones

El miedo provocado por el terrorismo de Estado generó silencio en amplios sectores de la población e instaló en el sentido común las expresiones “no te metas” porque la acción de comprometerse traía aparejada una amenaza de muerte, “algo habrán hecho” para reforzar la idea de que las muertes no eran arbitrarias y que no moverse y no hacer nada era una forma de preservar la vida, “aquí no pasó nada”, un imaginario que instaba a permanecer en la mentira construida por los dictadores que negaban sus crímenes.

El control de la cultura y de la información por la mayoría de la prensa (ejercido por los dictadores y la complicidad empresarial de los propietarios de medios gráficos, radio y televisión) permitía impartir noticias deformadas sobre los hechos ocurridos, planteando que las personas asesinadas, generalmente militantes de organizaciones políticas, habían muerto en “enfrentamientos” con las fuerzas de seguridad o eran “delincuentes subversivos”.

Muchas personas tuvieron que exiliarse del país. Otras padecieron el insilio, es decir, debían permanecer escondidas en lugares alejados de su hogar (otras provincias, otras ciudades de Argentina). Desde estos rincones perdidos y ocultos muchos artistas y militantes fueron denunciando y contando lo que pasaba en nuestro país.

Of Silence, Resistance, and Reparation

The fear provoked by state terrorism generated silence in wide sectors of the population and installed a common feeling described in the following expressions, including «don’t get involved» because any action involved a death threat, «they must have done something» to reinforce the idea that the deaths were not arbitrary and that not moving and doing nothing was a way to preserve life, «nothing happened here», an imaginary claim that urged each person to remain in the lie constructed by the dictators who denied their crimes.

The control of culture and information by the majority of the press (exercised by the dictators and the business complicity of the owners of graphic media, radio and television) made it possible to spread distorted news about the events that occurred, suggesting that the murdered people, generally activists of political organizations, had died in fabricated “confrontations” with the security forces or were “subversive criminals”.

Many people were forced into external exile from the country. Others suffered internal exile, that is, they had to remain hidden in places far from their home in Argentina. From these lost and hidden corners, many artists and activists were denouncing and telling what was happening in our country. 

Horacio Zabala Serie Periódicos: Diario censurado, 1985

(Dibujo. Pastel sobre papel, 35 x 50 cm.)

 

Luis Felipe Noé. Aquí no pasó nada, 1997.

(Técnica mixta, 51 x 66 cm.)

De silencios, resistencias y reparaciones

El consenso obtenido por los militares en los primeros años de gobierno comenzó a decaer gracias a la resistencia. La organización de las madres y los familiares de los detenidos-desaparecidos, las organizaciones obreras que se reconfiguraron en la lucha, los medios gráficos alternativos y los exiliados que buscaron alianzas internacionales para dar a conocer los crímenes ocurridos fueron minando las bases del terrorismo de Estado. 

Las Madres de Plaza de Mayo fueron las fundadoras del primer rito de resistencia civil organizado contra la dictadura. El 30 de abril de 1977 se congregaron por primera vez para pedir por sus hijos y así romper el muro de silencio que la dictadura había construido. Esa lucha se extendió al resto de los organismos de derechos humanos.

Las huelgas parciales, trabajo a desgano, interrupción de tareas, acciones que impedían la identificación de los delegados gremiales, difusión de escritos artesanales que circularon de mano en mano fueron otras estrategias de resistencia para romper el silencio y el disciplinamiento. 

El 30 de marzo de 1982 se realizó en Buenos Aires una gran marcha bajo la consigna “paz, pan y trabajo”, donde participaron miles de personas. 

La derrota en la guerra de Malvinas en 1982 fue la gota que terminó de colmar el malestar de los argentinos y precipitó el fin de la dictadura. Los ex-combatientes, silenciados a su retorno de las Islas, guardaron su padecimiento como un clamor callado, y hoy reclaman el derecho a ser reconocidos como víctimas de delitos de lesa humanidad.

Of Silence, Resistance, and Reparation

The consensus enforced by the military in the first years of government began to fall apart thanks to the resistance. The organization of the mothers and relatives of the detained-disappeared, the workers’ organizations that reconfigured themselves in the struggle, the alternative graphic media and the exiles who sought international alliances to publicize the crimes that occurred were together undermining the basis for state terrorism. 

The Mothers of Plaza de Mayo were the founders of the organized civil resistance against the dictatorship. On April 30, 1977, they gathered for the first time to ask for their children and thus broke the wall of silence that the dictatorship had built. That fight spread to the rest of the human rights organizations.

Partial strikes, uncompleted work, and interruption of tasks prevented the identification of union delegates. Dissemination of craft writings that circulated from hand to hand were other strategies of resistance to break the silence and discipline.

On March 30, 1982, a massive march was held in Buenos Aires under the slogan «peace, bread and work», where thousands of people participated.

The defeat in the Falklands War in 1982 was the final straw that angered Argentines and precipitated the end of the dictatorship. The ex-combatants, silenced upon their return from the islands, suffered silently. Today they demand the right to be recognized as victims of crimes against humanity.