El 22 de agosto de 1972, en la base Almirante Zar de Trelew,  efectivos de la Armada Argentina acribillaron a 19 presos políticos, militantes de Montoneros, Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ejército Revolucionario del Pueblo, sólo tres sobrevivieron. Los 19 habían sido recapturados tras la fuga del penal de Rawson ocurrida una semana antes.

Las autoridades militares pretendieron hacer pasar la masacre por un nuevo intento de fuga, el relato de los sobrevivientes lo desmiente: las y los presos políticos fueron despertados de sus celdas en la madrugada, obligados a formar una fila y, en ese estado de indefensión, fueron ametrallados.

Frente a la ferocidad represiva, las Fuerzas Armadas no previeron la enorme muestra de dolor popular que ese duelo causaría y las expresiones de solidaridad de la sociedad con las víctimas y las organizaciones políticas.

La masacre de Trelew fue parte de un plan de persecución y exterminio cuyo inicio puede ubicarse en los bombardeos a Plaza de Mayo de 1955.

Las Fuerzas Armadas, no solo darían golpes de Estado para condicionar la soberanía popular, sino que comenzarían a desplegar una represión sistemática al movimiento obrero y a las expresiones políticas que ponían en jaque a los intereses de las minorías.

En ese contexto, la masacre de Trelew fue un acto de terrorismo de Estado, y un crimen de lesa humanidad.

En esa madrugada, las Fuerzas Armadas no sólo ostentaron de la impunidad que gozaban sino que anunciaron la represión que llegaría.

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