A 40 años de la Guerra de Malvinas, sus memorias y sentidos disímiles -el repudio o la legitimación- constituyen un territorio en constante disputa: ¿Qué debería plantearse en la conmemoración del 2 de abril? ¿El recuerdo de la guerra y sus dramas? ¿El repudio a la dictadura militar? ¿La reivindicación de la soberanía argentina sobre las Islas?

Inscribir la guerra en el marco de la dictadura implica desarticular construcciones discursivas que eluden diferenciar a los protagonistas de la conflagración. Amparadas en este discurso, ciertas memorias buscan la legitimación de la dictadura y consideran héroes a todos los que participaron en ella, incluidos oficiales que actuaron directamente en la represión y fueron condenados por violaciones a los derechos humanos.

Los oficiales, que condujeron la guerra, disciplinaron a los soldados con la misma metodología del horror que aplicaron en los centros clandestinos de detención durante la última dictadura. Ni bien terminó el conflicto bélico, los combatientes se organizaron para desafiar el silencio y denunciar las violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, a 40 años de la guerra, estos crímenes siguen impunes.

La disputa de soberanía debe y puede resolverse fuera de toda opción bélica, en el camino de la paz. Es imperioso que Gran Bretaña respete las resoluciones de la ONU y que se abran las vías del diálogo. Por eso, es importante cuestionar las acciones de Gran Bretaña que aún hoy niegan nuestra soberanía y reclamar la desmilitarización del Atlántico Sur porque el enclave militar británico en las islas vulnera los derechos de los pueblos latinoamericanos a vivir en paz.

A 40 años de la guerra, les invitamos a recorrer la cuestión Malvinas desde los principios de justicia, soberanía y derechos humanos.