Juan interpreta una joven trans, está sentada en el medio del escenario, en silencio, casi no se mueve. Escucha uno tras otro, los discursos de la iglesia, los medios de comunicación, los servicios de salud, la policía, la familia, la política. Sigue ahí, sentada, en silencio.
Expulsadas de sus familias primero, y de la sociedad después. Condenadas a la exclusión y la marginalidad, obligadas a la prostitución y el narcomenudeo casi como única posibilidad de subsistencia. Las personas trans, en su gran mayoría, no llegan a cumplir los 35 años.
Todo esto lo saben y lo cuentan en una obra de teatro les jóvenes del espacio cultural Hugo Chávez, que integran el movimiento Evita de Moreno. “En los últimos años se avanzó mucho en derechos, pero vemos que en los espacios políticos está relegada la discusión sobre la problemática trans”, dicen.
La joven salta de la silla, denuncia la exclusión y la violencia: que si se prostituyen los policías las violan, que si viven no son reconocidas y si mueren no son nombradas. “No son problemas individuales o aislados, sino un sistema que perpetúa la violencia, la muerte y el silencio. Es el costo de esa transición que les oprime los cuerpos y las cabezas”, resumen.
Según el Observatorio LGTB hay un crimen de odio cada 96 horas.
“Y en los medios, cuando nos matan, hablan más de nuestro anterior nombre que de nuestro asesinato”, grita Juan en el escenario, antes que la luz se apague.