Estigma e inteligencia: el espionaje de la DIPPBA a las personas con VIH

“Amorales sexuales”, “personas de baja cultura”, “portadores del mal” son algunas de las formas de nominar que los agentes de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA) utilizaban para identificar a las personas con VIH.

Desde el año 1985 la inteligencia de la policía comenzó a señalar a las primeras personas que contraían VIH. Para esa fecha el VIH era entendido por la DIPPBA -y por gran parte de la sociedad- como una enfermedad estrictamente de los homosexuales, de “amorales sexuales”, de la “colonia de travestis”, de las mujeres en “situación de prostitución”. Y luego de los drogadictos y personas de “baja cultura”.

Entre 1985 y 1997 la DIPPBA elaboró cuatro tomos con información referida a las personas con VIH y a las organizaciones que luchaban por sus derechos, y lo sistematizó en un legajo titulado “SIDA”. En ellos se encuentran documentos que dan cuenta de cómo la policía de la provincia de Buenos Aires realizó la identificación de las organizaciones y personas que tenían una militancia activa para la prevención, cuidado ante la enfermedad y el reclamo de derechos para quienes tenían VIH.

Y también muchas personas identificadas con el “SIDA” fueron perseguidas y consideradas como peligrosas para la sociedad. Las distintas delegaciones de la DIPPBA desplegadas en todo el territorio de la provincia enviaban información que aportaba precisiones sobre la aparición de cada nuevo caso. Estos datos eran respuesta a una circular interna de la Central de Inteligencia donde se requería información de los “casos que detectaron en su jurisdicción, fecha aproximada de la aparición de estos casos, especificando lugar de origen, actividad del enfermo y  todo otro dato de interés para confeccionar una estadística (…) y “determinar si alguna de las personas fue afectada en forma accidental (enfermeros, médicos, etc.)”.

En estas acciones de espionaje sobre casos individuales, la DIPPBA llegó a inmiscuirse en la vida íntima y privada, involucrando a vecinos, vecinas y familiares, a las unidades sanitarias, hospitales públicos y privados donde, a veces, obtenían información confidencial.

Frente a los avances en materia de concientización, la conquista de derechos y el fortalecimiento de los espacios de comunicación, tratamiento del VIH, y por lo mucho que falta aún hacer, los documentos de la DIPPBA conforman un acervo cultural e histórico que permite pensar históricamente el modo en que se concibió el virus y la enfermedad a lo largo de los años, sus resistencias y conflictos en Argentina. Su reflexión crítica aporta a la lucha contra prácticas discriminatorias y promueve la defensa irrestricta de los derechos humanos.

El 1° de diciembre de 1988 se conmemoró por primera vez el Día Internacional de la Lucha contra el SIDA. En los años posteriores, la DIPPBA intensificará la identificación de las organizaciones y personas que militaban por los derechos de las personas con VIH.

Estos documentos son prueba de cómo los agentes de las delegaciones seguían las marchas y movilizaciones que bregaban por la solidaridad, la no discriminación y el compromiso por la vida. En estos legajos se mencionan movilizaciones y acciones en diferentes lugares de la provincia. Durante las acciones de inteligencia, se recogían volantes y material de las campañas que eran incorporadas al cúmulo de material sobre el tema.

En la ciudad de Mar del Plata se encontraba una de las más activas delegaciones de la DIPPBA. En el mes de junio de 1987 esta delegación remitió a la central de inteligencia una serie de correos electrónicos e informes, con el título de “urgente recomendado”, que muestran un minucioso seguimiento a una mujer que fue a atenderse en el Hospital Materno Infantil de Mar del Plata por su embarazo de 8 meses. El informante dice “voces de alarma, presunta mujer embarazada con SIDA” y recoge el reclamo de enfermeros y médicos de no poder atender a la joven, que debe ser trasladada a otro hospital, mientras las autoridades de la zona sanitaria VIII y del hospital informan que existe total seguridad en el tratamiento del caso y que los estudios “no han demostrado que se encuentre afectada de SIDA”.

La delegación no sólo observa todos los detalles del caso sino también califica a esta mujer: “La causante es adicta a las drogas”, y da cuenta cómo la persecución mediática estigmatizó a su compañero y a ella por ser “drogadictos”, lo que la llevó a querer atentar contra su vida. Luego de estar aislada durante 20 días, bajo custodia policial en el hospital, la mujer dio a luz a su bebé, a quien también aislaron para hacerle los estudios necesarios para saber si portaba el virus. El caso fue seguido por los medios locales.

En enero de 1988 los agentes de Inteligencia de la delegación Bahía Blanca informaron a la central que en la edición del diario La Nueva Provincia del 9 de enero salió publicada una nota bajo el título: “Caso de SIDA en Bahía Blanca”. Una vez informada la central sobre los detalles de la nota, comenzó el proceso de inteligencia. Por medios propios el agente de inteligencia, a partir de dialogar con varios informantes, pudo reconstruir la vida privada de esta persona: nombre, DNI, edad, dirección y profesión, hasta las fechas en que concurrió e iba a concurrir al sanatorio para atenderse.

El legajo no solo hace énfasis en “los antecedentes homosexuales del paciente”, sino que desarrolla un amplio informe sobre quiénes son las personas con las que se encuentra o lo acompañan al hospital, datos personales y dirección donde viven las personas de su círculo íntimo. Este tipo de documentos nos permiten reflexionar sobre el seguimiento minucioso a las personas que viven con VIH, la estigmatización social, la colaboración de parte de la sociedad en la inteligencia como también la clasificación de peligrosas a las personas con VIH.

La delegación de San Nicolás informa a la Central -en marzo de 1992- sobre los dichos del director de la zona sanitaria IV, en referencia a la existencia de 11 casos en la localidad de Pergamino. Datos que sirven a la DIPPBA para la composición del mapeo que realiza sobre el VIH. Sobre estas declaraciones, el agente apunta que “de los 11 casos, 8 personas son varones de los cuales tres son homosexuales (activos y pasivos),  3 drogadictos y 5 sin especificar, a pesar de los esfuerzos que se han realizado para la obtención de los respectivos datos. De las 3 mujeres, una ejerce la  prostitución  y las otras 2 conviven con sus habituales parejas”.

Además de individualizar los casos, tanto en el informe como en los dichos de las autoridades, se establecen recomendaciones: “se trata de modificar algunas costumbres y evitar en lo posible el contacto con homosexuales, drogadictos y prostitutas. Cambiar el método de vida sexual, realizando dicho acto siempre con la misma mujer, es decir, retornar a lo que alguna vez fue la conocida práctica monogámica. Todo lo demás corre por cuenta y orden de quienes intentan apartarse de las normas sugeridas por los especialistas médicos”.

Durante los años que la DIPPBA espió a las diferentes regiones sanitarias y se focalizó en identificar a las personas con VIH, también se ocupó de hacer inteligencia en las unidades penitenciarias bonaerenses. Allí tomó nota de la cantidad de posibles “infectados” sino también de los conflictos que pudieran generar en el interior de las unidades a partir de la situación de desatención padecida.

En junio de 1987 una serie de correos electrónicos dan cuenta de la información recogida sobre la Unidad Penitenciaria N° 15 de Batán; los datos se focalizan en la cantidad de “casos”, el aislamiento y los dichos de las autoridades del penal. Junto con esa información se detecta cierto malestar de la población y la posibilidad de protesta. Un año después los partes de inteligencia llegaron a la central con el anuncio de una huelga de hambre en el mismo penal. Los reclamos se refieren a finalizar con el aislamiento, la posibilidad de recibir visitas, ser trasladados a lugares adecuados para la atención, que la justicia les otorgue contemplación por su situación, acelerar las causas judiciales, hacer su propia comida.

Han pasado muchos años y estas demandas aún no se han saldado. Las personas con VIH en situación de encierro permanecen aún hoy en condiciones de desatención y descuido por parte del Estado.