Mecanismo Local de Prevención de la Tortura de la
Provincia de Buenos Aires (Ley Nacional 26.827)

Desde el 16 de noviembre hasta el 10 de diciembre, la Comisión Provincial por la Memoria realiza el 20° encuentro de Jóvenes y Memoria; participan ocho mil jóvenes de 700 escuelas secundarias y organizaciones territoriales de la provincia de Buenos Aires, también habrá un encuentro federal con grupos de investigación de las provincias que, durante estos años, replicaron el programa en sus jurisdicciones. A 20 años de su creación, Jóvenes y Memoria no sólo se consolidó como una política pública en educación y derechos humanos sino que trascendió los límites propios: un recorrido con sus protagonistas por las conquistas, proyectos y transformaciones que cosechó el programa.

Un sitio de memoria, testimonios e investigaciones que se convirtieron en prueba judicial, víctimas que se reencuentran con su historia, familiares de víctimas que encuentran en les jóvenes una red de contención y lucha, jóvenes que cambian su propia vida y militan para la realidad de sus barrios. Detrás de cada uno de estos caminos, que es sólo una enumeración incompleta, está Jóvenes y Memoria, el programa de los senderos que se bifurcan.

“Las políticas públicas, o también en los trabajos comunitarios o en los trabajos con los pibes, es fundamental la continuidad porque son apuestas a largo plazo. A veces uno obtiene un logro en un momento pero los mayores efectos se dan con la acumulación del tiempo. Y una de las grandes dificultades que tenemos en el Estado es la interrupción de políticas públicas, por eso Jóvenes y Memoria es tan importante”, destaca la coordinadora de Casa Joven de la Obra del Padre Cajade, Mariana Chaves.

El programa de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) está cumpliendo 20 años desde su creación, 20 años ininterrumpidos de una política pública en pedagogía, memoria y derechos humanos. En este tiempo, participaron 200 mil jóvenes y 22.500 educadores que presentaron más de 12 mil proyectos de investigación.

“Jóvenes y memoria es un programa que confía de entrada en los pibes. Hay programas que te invitan a ser parte pero la casa está como armada. Hay programas que te hacen pasar y te dejan construir una parte, pero la sensación que me da a mí Jóvenes y Memoria es que les da la llave de la casa a los pibes”, agrega Chaves.

Cuando la CPM creó Jóvenes y Memoria era imposible imaginar el recorrido que el programa tendría, sin embargo tenía muy en claro un principio rector: que las nuevas generaciones debían ser protagonistas de los procesos de memoria.

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“Es un proyecto escolar que ahora es un sitio de memoria. A veces no nos damos cuenta de la magnitud de todo lo que logramos como grupo y como personas porque a nosotras Jóvenes y Memoria nos cambió totalmente”, dicen Paula y Agustina sobre la creación, por ordenanza municipal, de un espacio de memoria en el cementerio de General Lavalle.

Paula y Agustina integraron el equipo de la EEM N° 1 que en el 2011 comenzaron a investigar la historia del cementerio local durante la dictadura militar e impulsaron primero su señalización de acuerdo a la Ley 26.691 y finalmente la ordenanza municipal que creó en el lugar un sitio de memoria. La ordenanza fue presentada por los mismos jóvenes, haciendo uso de la “Séptima banca” en el Concejo Deliberante y aprobada por unanimidad.

Los cuerpos de las víctimas de los vuelos de la muerte que aparecían en la costa atlántica eran enterrados como NN en las necrópolis locales. En el cementerio de Gral. Lavalle se ha encontrado, hasta el momento, 33 cadáveres de los cuales 19 ya han sido identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Entre ellos se encuentran la fundadora de Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor, la monja francesa Leonnie Duquet y Luis Ceccon.

Luis fue militante político de la organización Montoneros y realizaba trabajo social en el barrio Güemes junto con un grupo ligado al cura tercermundista Marciano Alba y al obispo de San Nicolás, Carlos Ponce de León, asesinado también por la última dictadura militar.

Para Nancy Ceccon, el trabajo de Jóvenes y Memoria fue un capítulo fundamental en su vida, que le permitió reencontrarse con su historia familiar. Nancy fue por primera vez al cementerio el año pasado cuando se inauguró la señalética del sitio: “Recorrer ese camino donde estuvo tantos años los restos de mi papá fue sanador”.

“El trabajo de les jóvenes en toda su dimensión desde el comienzo fue impresionante para la historia de todos los HIJOS y todos los familiares que tenemos nuestros familiares desaparecidos”, agrega Nancy Ceccon.

La integrante de la CPM e hija de desaparecides, Yamila Zabala Rodríguez, también se reencontró con parte de su historia personal a partir de un trabajo de Jóvenes y Memoria. El 22 de diciembre de 1976, un grupo de tareas abordó en la calle a Miguel Domingo Zavala Rodríguez y a su mujer Olga Irma Cañueto; durante ese operativo, la patota militar asesinó a Miguel y detuvo a Olga, desde entonces permanece desaparecida. Yamila, que todavía no había cumplido 4 años, y su hermanita de dos años y medio presenciaron la muerte y desaparición de sus padres. Ellas fueron trasladas al Instituto de menores Riglos de Moreno; su tío, Jorge Zavala, dio con ellas en aquel lugar.

En el 2014, la Escuela Secundaria 35 de Moreno presentó en Jóvenes y Memoria la historia del Instituto Riglos, un año después realizaron allí un acto de memoria: “Volví al Riglos gracias a Jóvenes y Memoria, después de 39 años, que era una cosa que siempre tenía pendiente. En lo individual me permitió transformar mi propia realidad y saber qué había pasado allí, yo no podía creer que había estado ahí cuando volví”, dice Yamila.

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El 5 de octubre del año pasado en la justicia federal de San Martín comenzó el juicio por los vuelos de la muerte de Campo Mayo; una de las pruebas incorporadas durante la instrucción es el documental “NN: ni en el río ni en las tumbas”, producido en 2005 por estudiantes de la EES N°2 de Punta Indio, quienes reconstruyeron la historia del enterramiento del cuerpo de Rosa Novillo Corbalán aparecido en la costa de Verónica.

“Creo que es la fuerza que tiene esto, la Justicia no fue capaz de hacerlo, no pudo, no quiso, no había estructura organizativa para ir a averiguar en cada población que había pasado y sin embargo las y los estudiantes, al sentirlo como propio porque es su pueblo, decidieron patear la calle, tocar puertas, hablar con vecinos y rescatar una historia que en el boca en boca en esa localidad, en ese pueblo, era conocida”, dice Pablo Llonto, abogado de causas de lesa humanidad que patrocina a la familia Novillo Corbalán en esta causa.

En 2010, en el marco de una investigación a cargo del juez federal de San Nicolás Carlos Villafuerte Ruzo, se identificaron los restos de José Luis Borda, enterrado como NN en el cementerio de Pergamino.

El impulso de esa investigación fue otro trabajo de Jóvenes y Memoria. José Luis Borda era trabajador judicial, fue secuestrado El 7 de julio de 1976 en Rosario y tres días después su cuerpo apareció acribillado a balazos a la vera de la ruta 178. Más de 30 años después, el sepulturero del cementerio Jorge Aguilera contó la historia de ese enterramiento NN a los y las jóvenes del instituto Juan Anchorena de Pergamino.

“Cuando empezamos la investigación no imaginamos el vuelo que podía tener. Era esta cosa de contar verdades, de ponerlas al conocimiento de una gran mayoría, de socializar, de instalar temas. Pero no sabíamos que iba a tener la trascendencia que tuvo, el impacto y haber encontrado un eco en la justicia en aquella oportunidad para escuchar y atender el testimonio del sepulturero y a nuestro registro”, recuerda la docente Patricia Villarruel.

El documental “Desenterrando silencios” no sólo muestra la entrevista con el sepulturero, además revela que el libro del cementerio de esa  fecha fue adulterado para no dejar registro del enterramiento ilegal. Tras la investigación de Jóvenes y Memoria, el juez Villafuerte Ruzo le tomó la declaración a Jorge Aguilera y ordenó secuestrar los libros del cementerio.

“Que la justicia haya tomado como valioso un testimonio y un trabajo que se hizo en el ámbito de Jóvenes y Memoria habla de una repercusión del programa que tiene una entidad tal y un respeto tal que nos sobrepasa a las y los docentes que confiamos en él desde hace muchos años”, destaca Villarruel.

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El 2 de marzo de 2017, siete jóvenes murieron en la masacre de la comisaría 1ª de Pergamino; dos días después, vecinos y vecinas marcharon por primera vez reclamando justicia: detrás de esa movilización estaban la Asociación por la memoria y los derechos humanos y muchos de los docentes y jóvenes que participaban del programa de la CPM.

“Nosotros estábamos velando a nuestros hijos y había una parte de la sociedad, que eran los jóvenes, que habían salido a reclamar por eso que no debía haber pasado nunca. Para nosotros fue el empuje inicial que necesitamos”, recuerda Cristina Gramajo, mamá de Sergio Filiberto, una de las siete víctimas de la masacre.

Ese año, 2017, seis escuelas secundarias y una escuela superior de arte de Pergamino realizaron investigaciones sobre la masacre para la convocatoria de Jóvenes y Memoria. Realizaciones que iban desde el video hasta intervenciones performáticas. Investigaciones sobre lo que pasó, sobre la lucha de justicia con el testimonio de las madres, sobre las biografías de vida de los chicos asesinados.

“Sus videos nos ayudaron a llevar la lucha a otros lugares y que este ese tema en una escuela es para agradecer infinitamente todo el tremendo esfuerzo que han hecho. Y nos ayuda a pensar en que se puede tener esperanza, que algo puede cambiar y que ese nunca más que aprendí en la lucha, alguna vez puede ser factible. Y por eso seguimos luchando”, valora Cristina Gramajo.

Cristina Castro, otra madre víctima, otra lucha por justicia. Otra historia atravesada por Jóvenes y Memoria. Facundo Astudillo Castro integraba el Semillero cultural de Pedro Luro y participó de los encuentros de cierre en Chapadmalal en los años 2012 y 2013.

“Sus comienzos en Jóvenes y Memoria y en el Semillero Cultural  cambiaron su punto de vista ante la vida. Estaba políticamente más involucrado con la política social, sabía de los derechos de cada persona y sabía cómo defender esos derechos. De todo esto, de la enseñanza que nos dejó Facu, tomé la mayoría de las cosas para enfrentar esta lucha que estamos llevando por verdad y justicia”, cuenta Cristina.

Sobre la lucha contra la violencia institucional, los prejuicios de clase y el hostigamiento a jóvenes hablaban esas investigaciones. “Cuando recién empecé a ir al Semillero, muchos me decían que no vaya ahí, que se drogan, que son chorros, y yo me animé a ir y me di cuenta que todo lo que dice la sociedad no es nada que ver. Yo también me sentía excluido de la sociedad por mi forma de ser”, decía Facundo en una radio del pueblo en el marco de un proyecto de Jóvenes y Memoria.

El 30 de abril del 2020, Facundo Astudillo Castro fue visto con vida por última vez junto a personal de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, a la vera de la ruta 3 cerca de la localidad de Teniente Origone. El 15 de agosto, su cuerpo fue hallado por pescadores en una zona de cangrejal de la ría del canal Cola de Ballena, en Villarino Viejo.

A un año y medio de su desaparición seguida de muerte, las dilaciones en la investigación judicial impiden saber qué pasó con Facundo. A pesar de las pruebas e indicios que  vinculan a funcionarios policiales con el hecho, no hay ni siquiera un imputado.

“El legado de él, la enseñanza de él fue grandísima. Nos enseñó que las luchas son colectivas, que no hay que perder la memoria, que un pueblo que no tiene memoria está destinado a repetir los mismos hechos. Por eso es que peleamos por verdad y justicia por Facu”, cierra su mamá Cristina Castro.

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