Mecanismo Local de Prevención de la Tortura de la
Provincia de Buenos Aires (Ley Nacional 26.827)

En el trabajo con Jóvenes y Memoria me siento muy en casa, soy una propagandista internacional del programa. Cada vez que en algún lugar, donde me toca estar, me preguntan cómo hacer pedagogía, les digo miren Jóvenes y Memoria. Creo enormemente, y muy desde adentro, en la dirección que tomó el programa a lo largo de estos 20 años. 

Acompaño el programa desde antes de su creación y recuerdo aquel primer encuentro con docentes, antes de que empezara el programa. Desde la Comisión, que se había creado un año antes, se hizo una convocatoria a docentes sin saber muy bien qué es lo que se podía contar a los docentes y esperando que fueran 50, 80 docentes y de pronto había 400. Esto del desborde ha sido una característica básica del programa desde siempre, la gente desborda lo que la institución marca, y esto tiene que ver con lo juvenil pero también con el entusiasmo que producen estas propuestas abiertas. 

Si volvemos 20 años atrás, la verdad que no se sabía muy bien cómo encarar la pedagogía, no se sabía si existía tal cosa como una pedagogía. La pedagogía que uno conocía era como se enseña historia y, de hecho, eso lo hizo también la Comisión. Recuerdo que en los primeros años con la revista Puentes venía en su interior un cuadernillo con una cronología y lo que se transmitía eran saberes e información que podía servir, especialmente, a docentes para transmitir un conocimiento sobre lo que había pasado. Hace 20 años había pocos materiales pedagógicos que pudieran servir para contar o para enseñar historia reciente. 

Pero, además, los y las docentes se encontraban con dilemas, siempre nos encontramos con esos dilemas de distinta manera. Voy a contar una anécdota: yo tenía en un estudiante en un posgrado que era profesor de historia en Mar del Plata y me decía “yo quiero transmitir en la escuela secundaria algo de la historia reciente, pero me encuentro que en mi aula tengo hijos e hijas de Marinos, que vienen con unas historias familiares y testimonios transmitidos que van en dirección contraria a lo que quiero transmitir”. 

No es que 20 años después tengamos una salida clarísima para decir que esto se maneja de tal manera, pero creo que el programa de Jóvenes y Memoria hizo una especie de tour, se fue por el costado, propuso salirse de la clase de historia reciente o de la conmemoración de la efeméride. Salgamos y hagamos otra cosa, vayámonos por la tangente para retornar de otra manera a la historia: ese retorno es una manera que el programa logró para romper con una estructura pedagógica dominante. Ahí es donde está, realmente, la creatividad, el aporte del programa y lo que debiera ser imitado. 

En un momento, para un trabajo de investigación, me metí en páginas web de sitios y comisiones de distintos países para mirar cómo manejan los programas para jóvenes: muchas cuentan cuentitos, lo más literal posible, muchos sitios que hacen relatos literales, en algunos casos un relato de la victimización extrema. Los que tratan de ir más allá del relato literal ofrecen una caja de herramientas pedagógicas para que docentes puedan hacer algo más que esto. Pero hay un hiato grande entre contar literalmente u ofrecer una caja de herramientas a dar la llave del programa a los jóvenes, donde el protagonismo no es de quienes tienen el

poder simbólico, político, de quienes estamos en una situación de jerarquía, y bondadosamente pedimos la participación de los que están abajo, sino entregar la llave. 

Creo que el programa hace una transición importante cuando en vez de trabajar con docentes, define que lxs protagonistas sean lxs jóvenes: los proyectos no son una imposición docente, sino que quienes deciden qué hacer, cómo hacerlo, son lxs propixs chicos y chicas. Además en un encuadre que, aunque está basado en la escuela y desde hace años también en organizaciones, rompe con la jerarquía escolar, con el diseño pedagógico de la escuela. 

En este punto, yo le hago la propaganda. ¿Y por qué? No sólo porque hay mucho goce, sino también porque hay trabajo y disciplina, pero la disciplina autoimpuesta, la de “tenemos que mostrar lo que trabajamos y cómo lo hicimos”. 

A lo largo del año del proyecto hay un aprendizaje de dos cosas tan importantes frente a la realidad que nos toca vivir: el aprendizaje haciendo comunidad y grupalidad en un mundo con una tendencia muy fuerte hacia el individualismo y la rivalidad. Acá no hay individualismo, hay comunidad. Acá hacemos las cosas juntxs y de forma colectiva. 

En esa práctica se adquiere una práctica ciudadana que se expande. Para ser una buena ciudadana no hay que saber de memoria la Constitución Nacional, hay que llevar adelante prácticas ciudadanas, y el programa va absolutamente en esa dirección. 

A lo largo de todos estos años, cambié mi manera de pensar y usar la palabra transmisión. La idea de transmisión es que alguien tiene algo y se lo da a otrx; la figura es la cadena de transmisión o la línea montaje, algo que mecánicamente pasa de un lado a otro. La evidencia de un programa como éste es que no hay transmisión, hay en todo caso producción y coproducción, pero no transmisión; la palabra transmisión la tendríamos que borrar, porque no es eso. 

Esto plantea una paradoja sobre la que me gustaría seguir conversando: si queremos construir una ciudadanía participativa, activa, reflexiva, colectiva, no la podemos construir sólo transmitiendo conocimientos. Si voy a transmitir algo, estoy coartando y cortando las posibilidades de construcción y reflexividad a esx otrx. Tengo acá explícita una crítica a buena parte del movimiento de derechos humanos, que intenta decir qué es lo que hay que recordar y qué es lo que hay que transmitir. Si vamos a decir qué es lo que vamos a recordar y transmitir, esperamos que quien está del otro lado sea un sujeto pasivo, que incorpora eso que le vamos a decir y transmitir. Y eso es lo contrario de una ciudadanía participativa, activa, reflexiva. Una paradoja con la que tenemos que convivir y para lo cual tenemos que aprender a eliminar la veneración de los ancestros, para decirlo de una manera eufemística. 

Agradecida a lo que está haciendo Jóvenes y Memoria para la construcción de esa ciudadanía y por todo lo que hecho y la capacidad que ha tenido de aprender de la propia experiencia. Cada año se repite, pero no se reproduce de la misma manera, porque hay dinamismo y apertura a nuevos saberes. 

En ese sentido, una de las cosas más importantes fue que, al darles protagonismo a los chicos y chicas, la temática cambió. Por lo datos que presenta el programa, desde 2012 el presente supera al pasado en el número de temas en que se elige trabajar y, cuando se habla de pasado, el pasado es igual a dictadura. Imagino que el próximo cambio va a ser una recuperación de

otros pasados en función de los propios proyectos de futuro, porque cuando hablamos de memoria, no hablamos de pasado, hablamos de qué del pasado traemos al presente en función de un futuro deseado. En la medida que ese futuro deseado va guiando lo que nosotros recuperamos del pasado, y la manera que lo peleamos en el presente, vamos a seguir teniendo nuevos cambios y sorpresas en este hermosísimo programa. 

Para terminar, algo muy significativo alrededor del programa: el programa no está fuera de un contexto, es parte de la realidad política, económica y social de cada localidad, del país y del mundo. No hay que hacer referencia a algo que está afuera, el programa es vivo y es vivo en esos lugares. Y si una mira los temas elegidos se va a dar cuenta que son temas vivenciales, temas que les afectan directamente. Esto es su riqueza: no hay que ir a buscar los saberes y conocimientos afuera, sino que está el saber de la experiencia y de una experiencia más integradora. 

¿Qué me gustaría saber de todos estos 20 años de experiencia? Hay muy pocos programas de política pública que tengan esta continuidad de 20 años, y además que mantenga un registro crítico de su desarrollo. Mi sensación es que el prisma del programa permitiría tener la información y el diagnóstico de transformaciones sociales importantes, que nos podrían ayudar mucho a ver qué está pasando en nuestra sociedad, más allá de lo que miramos en la prensa. 

 

*Esta ponencia fue presentada el 24 de septiembre de 2021 por Elizabeth Jelin en el seminario internacional sobre pedagogía de la memoria que realizó la CPM.

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