La pandemia del Covid-19, que obligó a reestructurar todos los aspectos de la vida comunitaria, afectó también la dinámica de las escuelas y organizaciones que participan de la 19ª convocatoria de Jóvenes y Memoria. A pesar de las dificultades, en esta primera etapa del año, los equipos encontraron estrategias y herramientas para seguir pensando y trabajando colectivamente los temas de investigación en memoria y derechos humanos. La pandemia y la cuarentena como tema y contexto de producción. En estas últimas semanas, la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) realizó de manera virtual diez encuentros regionales con educadores y jóvenes de toda la provincia. Todos estuvieron atravesados por la desaparición de Facundo Astudillo Castro. “Nombrarlo hasta que aparezca”, sintetizó una joven.

 

En las últimas semanas, la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) realizó, a través de la plataforma virtual, diez encuentros regionales con coordinadores y jóvenes de toda la provincia que integran más de mil equipos de investigación que participan de Jóvenes y Memoria. Un programa que la CPM realiza desde hace 19 años y continúa creciendo y consolidándose, aún en tiempos de pandemia, como un espacio para pensar la historia y lo que pasa en el presente y proyectar también el mundo que deseamos.

“La permanencia del programa resulta muy importante para enfrentar las incertidumbres de este momento, para a pensar y repensarnos como comunidad, para replantear qué mundo tenemos. Y también porque acorta las distancias que nos impuso la pandemia”, dice Carlos Olagaray, docente de Ayacucho.

A pesar de las enormes dificultades, de los contextos tan desiguales que atraviesan cada una de las escuelas y organizaciones territoriales, los equipos de trabajo fueron avanzando en estos meses con sus investigaciones, una muestra más del compromiso de educadores y jóvenes para sostener este espacio de diálogo y reflexión.

“Es importante sostener las investigaciones porque permiten que les jóvenes sigan cambiando sus realidades, reflexionando y pensando con otres. Nuestra tarea es acompañar los proyectos y motivar la participación para que les jóvenes sean los protagonistas de la transformación con sus voces y con sus reflexiones”, sostiene Sofía que en su momento participó del programa como estudiante y desde hace cinco años continúa como coordinadora del centro juvenil Ramón Carrillo de La Matanza.

La pandemia del Covid-19 evidenció, quizá como nunca antes, las profundas desigualdades que atraviesan nuestra sociedad: trabajadores y trabajadoras informales, acceso a la salud, las condiciones de precariedad en los barrios populares, la organización comunitaria fueron algunos de los temas que marcaron la agenda pública durante estos meses. También la agenda de Jóvenes y Memoria.

En el proyecto “Derecho a la salud en Olavarría”, estudiantes de la EESN 8376 se preguntan cómo está actuando la ciudad con la pandemia y, en ese marco, están elaborando un mapeo de los barrios y de los Centros de Atención Primaria de Salud. En los encuentros regionales, la docente Fiorella Lurbet contó que sostienen el trabajo colectivo mediante encuentros por la plataforma Zoom y documentos de producción colaborativa en el Drive.

Las plataformas virtuales y redes sociales forman parte de las herramientas tecnológicas que adoptaron muchos equipos de investigación para mantener una dinámica de trabajo: Zoom, WhatsApp, Discord. Hay grupos que también están realizando podcast y ocupando espacios radiales de las escuelas para encontrarse y difundir lo que vienen trabajando.

El CENS 457 tiene un programa cada 15 días en una FM de Tigre, una parte de la programación está destinada al proyecto que presentan en Jóvenes y Memoria: “En ese espacio vamos a difundir y comentar los audios de la investigación. Empezamos a hacer entrevista a distintas personas cuya actividad laboral o comercial se vio afectada por la pandemia, esta situación interpela a pensar el día después del Covid, cómo va a ser el trabajo en la pospandemia, cómo va a ser también la educación después de esto”, reflexiona Marcela Lesniowski, coordinadora del equipo del CENS.

Lesniowski integra también el voluntariado docente, que lanzó este año la CPM para educadores con trayectoria en Jóvenes y Memoria. “Desde ese lugar, también apostamos a encontrarnos acá en Tigre y empoderar cada uno de estos espacios en el territorio”.

Durante los encuentros regionales, los y las docentes del voluntariado ocuparon un rol de coordinación de las mesas de trabajo: “La idea fue proponer, desde nuestro recorrido pedagógico en el programa, ideas para pensar o reformular los proyectos en este contexto particular, en donde una gran parte de las preguntas de investigación surgen de mirar la propia cotidianidad. Sin embargo, más allá del rol de voluntaria, una aprende siempre de colegas y pibes que nos emocionan a cada rato”, agregó Ximena Martel, docente de Coronel Pringles.

Así como docentes y jóvenes pudieron sostener, mediante distintos soportes tecnológicos, una dinámica de trabajo y cierta regularidad en la currícula escolar, otras escuelas y organizaciones que participan de Jóvenes y Memoria atravesaron mayores dificultades. La pandemia también marcó una profunda brecha en este sentido: el desigual acceso a internet y dispositivos electrónicos, junto a las condiciones ya precarias de la vida cotidiana.

“En el contexto de nuestros barrios, que sin duda son vulnerados, la práctica educativa ya es difícil de por sí, sobre todo la educación de adultos y adultas que ya experimentaron infinidad de situaciones expulsivas del sistema educativo a lo largo de su vida. En el marco del ASPO, estas situaciones se agravaron y tuvimos la necesidad de sostener el vínculo pedagógico por otras vías diferentes a las habituales clases presenciales, pero nos encontramos con las dificultades lógicas no todos y todas las estudiantes contaban con crédito o datos o wifi para conectarse, muchos y muchas no cuenta con correo electrónico ni redes sociales”, explica Florencia Lattes del CENS 462 que funciona en villa La Cárcova de San Martín.

“En este contexto, además, la mayoría de las y los estudiantes adultos tenían como prioridad las tareas escolares de sus hijos e hijas y muchos y muchas también comenzaron las tareas comunitarias de cuidado: la entrega de viandas, desinfección de calles y pasillos, entrega de ropa de abrigo, entre otras”, agrega Lattes.

De los barrios vulnerados en las periferias de las grandes urbes al contexto de ruralidad. Nerina Sánchez es docente de la EESN 3, una escuela rural de San Manuel, partido de Lobería. A la falta de conectividad se suma el trabajo: “Al no poder concurrir a la escuela, los chicos van a trabajar con sus padres a las actividades rurales”, explica. Esta condición de ruralidad dificultó mucho avanzar el proyecto de investigación que habían pensado al inicio del año: ¿Cómo afecta la cantera y el trabajo en la cantera al pueblo? “Encima la pandemia afectó mucho el trabajo en la cantera y por ende a los trabajadores del pueblo”, agrega.

“Jóvenes y Memoria es un programa que se basa en el diálogo, en encontrarse, y obviamente el contexto de aislamiento hizo que sea más difícil llevar adelante esos intercambios, por los problemas de conectividad, el desigual acceso a la tecnología, ni hablar para quienes están en contexto de encierro. No todos los pibes tuvieron las mismas posibilidades, sin embargo, aún en la dificultad, encontramos la forma de amoldarnos para estar juntes, ese es un valor único del programa”, agrega la docente de Pringles Ximena Martel.

En el impacto de la pandemia, también hubo y hay un colectivo particularmente vulnerable: las personas privadas de la libertad. Las condiciones de encierro, el hacinamiento y la sobrepoblación hacen de estos lugares espacios de mayor riesgo para la propagación del coronavirus. Desde hace años, estudiantes en contextos de encierro participan del programa Jóvenes y Memoria.

Los chicos de la Extensión 2040 de Lomas de Zamora presentaron el trabajo de investigación que están realizando este año en uno de los diez encuentros regionales: “Estamos pensando en la importancia de la educación en contexto de encierro y cómo impactó en la continuidad de la vida de los chicos que salieron en libertad. Hay casos de chicos que siguen estudiando, otro que se recibió de médico y otro de profe de educación física. Cuando vemos cómo siguieron la vida es clara la importancia del estudio en contexto de encierro”, remarcó Óscar.

Pandemia y desigualdad es hoy un tema de la agenda de derechos humanos. Una agenda, no obstante, que no termina allí.  Violencia institucional, pobreza, contaminación, violencia de género, resistencia y organización comunitaria siguen siendo tema de los proyectos de investigación que se presentaron en esta nueva convocatoria de Jóvenes y Memoria. También la memoria y las historias locales sobre el terrorismo de Estado.

“Este año vamos a trabajar en con la biografía de les seis desaparecides de Benito Juárez; no desparecieron en el pueblo pero eran estudiantes de acá y la realidad es que la memoria colectiva es nula, son muy pocas las personas que saben y tienen conocimiento sobre sus vidas. Queremos plasmar un poco de memoria colectiva y que esos nombres que se encuentran en unas placas en plazas de acá tengan un valor, que no sean solo nombres que nos cruzamos en la calle”, contó Soledad, estudiante de la EESN 3 de Benito Juárez, que participa por segunda vez del programa.

Los encuentros regionales de Jóvenes y Memoria estuvieron atravesados por la desaparición de Facundo Astudillo Castro. “Es súper importante poder encontrar un espacio para hablarlo. Este es el primer espacio que encuentro para hacerlo y por eso lo menciono, tenemos que nombrarlo”, agregó Soledad.

Facundo tiene 22 años, es de Pedro Luro y está desaparecido desde el 30 de abril. En la justicia federal tramita una causa por desaparición forzada que investiga la posible intervención de la Policía de la Provincia de Buenos Aires.

Facundo participó de Jóvenes y Memoria en dos oportunidades y viajó al encuentro final en Chapadmalal, integraba el Semillero cultural de Pedro Luro.

Nombrarlo hasta que aparezca, como pide Soledad, es un imperativo moral y ético, y un deber de los hombres y mujeres que luchan por los derechos humanos, que gritan nunca más, que construyen una democracia con memoria y justicia, como hizo Facundo desde el Semillero cultural de Pedro Luro.

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