No son ideas nuevas, el feminismo, el ambientalismo, los derechos humanos, el respeto a las culturas y a las inmigraciones y el rechazo de la segregación, la discriminación, el colonialismo y la explotación, han sido las impulsoras de los avances más significativos de las sociedades humanas, y también aquellas que nuclearon las resistencias a sus retrocesos.
Es altamente reprochable que un Presidente de la Nación exprese ese odio y oscurantismo, amenazando a sus señalados como enemigos con el exterminio. No es libre expresión, es la violación a las ideas que fundan las normas que nos organizan como sociedad democrática, y eso es intolerable para quien representa al pueblo en su envestidura, además de incumplir con la Constitución Nacional y los Pactos Internacionales vigentes sobre los cuales juró ejercer su cargo. Esos discursos implican la comisión de delitos que deben ser investigados por el poder judicial.
La tolerancia y la convivencia en paz son indispensables para la construcción de una sociedad democrática. Con intolerancia, con violencia, sin respeto y con el odio instalado como acción política, todos estamos en peligro.
Hoy son los zurdos, los homosexuales o los inmigrantes. Que todos los homosexuales son pedófilos o los inmigrantes delincuentes, son frases que deben alertarnos acerca de las consecuencias que tienen en la sociedad. Sus palabras alimentan violencias en la trama social, las justifican y hasta reivindican. También cuando desconoce agravantes de delitos graves como el femicidio. Minimizar esto, gatilla conductas que se sienten avaladas para actuar. Los genocidios de la historia humana comenzaron así: con discursos de odio, deshumanización, atribuyendo toda la maldad a ciertos grupos de la sociedad.
Estos discursos corren los márgenes de lo que se considera aceptable para el discurso público, alimentando la intolerancia y la violencia.
Además se traducen luego en acciones políticas que se presentan como ideales: un ejemplo de ello es lo que sucede en la ciudad de Mar del Plata. Allí el intendente Montenegro, celebra y difunde la violencia contra los “trapitos” y personas en situación de calle, a los que se persigue con brutalidad para “limpiar la ciudad”. En sus redes reivindica delitos que cometen sus empleados cuando golpean a una persona en situación de calle y amenazan y hostigan a personas con sus derechos vulnerados. Lejos de denunciar estos delitos, obligación que tiene como funcionario público, los reivindica y promueve.
Hay que detener esta escalada de violencia estatal, que nos pone como sociedad al borde de un abismo de violencia y horror.